domingo, 24 de junio de 2012


Los otros migrantes
Impulsa comunidad LGBT nuevo boom de asilo en EU
El año pasado se disparó a 5 mil el número de peticiones: Víctor Clark Alfaro
Transgéneros, con mayores posibilidades, por la feroz homofobia en México
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Vestirse de mujer, el delito por el cual las personas trans son acosados por la policíaFoto Sanjuana Martínez
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Las historias de la comunidad LGBT coinciden en la lucha contra una arraigada homofobiaFoto Sanjuana Martínez
Sanjuana Martínez
 
Periódico La Jornada
Domingo 24 de junio de 2012, p. 2
Tijuana, BC, 23 de junio. Desde niño, Bárbara Brandy Lemus Pérez supo que sería mujer. Aprendió a sobrevivir a burlas, agresiones de todo tipo, violaciones y acoso. A los 18 años dejó su apariencia masculina para convertirse en una adolescente con peluca, minifalda y tacones. A partir de entonces, todo en su vida fueron desgracias marcadas por la transfobia, por eso a sus 31 años está decidida a pedir asilo en Estados Unidos por motivos de orientación sexual.
En años recientes, cientos de transgéneros, homosexuales, travestis y lesbianas han obtenido refugio en el vecino país. El año pasado las peticiones de asilo en general sumaron más de 5 mil, muchas de las cuales fueron otorgadas por orientación sexual debido a que México es el segundo país con mayor número de asesinatos contra la comunidad LGBT, con 98 por ciento de impunidad.
“De esas 5 mil peticiones, un número importante de transgéneros, no sabemos cuantos, están solicitando asilo en Estados Unidos y descubren que tienen la posibilidad de obtenerlo. A la mayoría se les concede; más casos por orientación sexual, que por la violencia de la narcoguerra. Vivimos una especie de efecto llamada”, dice Víctor Clark Alfaro, de la Comisión Binacional de Derechos Humanos (CBDH), quien participa como testigo experto en los tribunales estadunidenses declarando en favor de la comunidad LGBT.
Desde Los Ángeles, California, Paola, transgénero de 30 años, en trámites de asilo, cuenta que hace unos meses se cruzó por el cerro con un pollero que le cobró 2 mil dólares y camino durante varios días continuos buscando el sueño americano: Prefería morirme en el intento que seguir viviendo allá, donde sufrí muchísimo, los policías me dañaron. Siempre me detenían porque iba vestida de mujer, me metían a la cárcel, me golpeaban, me obligaban a hacerles sexo oral para que me liberaran; me desnudaban, me quitaban la ropa interior, me dejaban desnuda y me metían en una celda donde había puros hombres que se burlaban de mi y me manoseaban... eso era siempre, siempre. Era mucho sufrimiento, horrible, horrible... quería huir.
Vivir en Hollywood
Brenda Brandy Lemus Pérez ha tenido varias ocupaciones: maquillista, estilista, bailarina, trabajadora sexual y lo que más le gusta: drag queen. En el escenario le encanta personificar a Yuri y a Paulina Rubio. Pero especialmente admira a dos mujeres que son sus heroínas, una de ficción, la Mujer Maravilla, y la otra una actriz-mito, Marilyn Monroe. “Siempre me visto como ella y tengo su libro, una enciclopedia con sus fotografías que me costó carísima. Me dedico a dar shows,soy su doble. Me transformo”.
Es sumamente femenina, dice que creció como niño al lado de su madre y que nunca tuvo un padre. Quiso ser abogada, pero no encontró las condiciones ni siquiera para terminar su educación básica. Actualmente estudia la primaria abierta en horario nocturno. A los 18 años decidió dejarlo todo y vivir por su cuenta:Intenté estudiar teatro. Quise trabajar de extra en Tv Azteca, pero cuando me preguntaron que si era gay, les dije que sí y me cerraron las puertas. En el día era hombre, pero en la noche me transformaba.
Vivía en Pantitlán y un día su casero le dijo: Te hemos visto en la noche y todos los vecinos dicen que te ves súper bien. ¿Por qué no te quedas siempre así? En ese momento, me decidí y cambié mi apariencia para vivir las 24 horas como mujer. Me dejé crecer el cabello, pero el cambio repentino de mi apariencia me impidió muchas cosas: volver a ver a mi familia y rescatar mi origen. Dejé todo. Y empecé a vivir la discriminación.
En el 2007 fue detenida y estuvo en el Reclusorio Norte acusada falsamente de robar tarjetas de teléfono de una tienda Oxxo. Cuenta que al dependiente no le gustó su apariencia. Vestía minifalda, y blusa ceñida con unos zapatos dorados marca Jennifer López: “Las zapatillas más caras que he tenido en mi vida, súper preciosas, me costaron más de 3 mil pesos. Pedí la tarjeta, pagué con un billete de 200 pesos, me dieron el cambio y se me olvidó la tarjeta en el mostrador. Fui a reclamarla y no me la querían dar. Eso bastó para que el encargado me dijera: ‘ustedes siempre con sus mamadas’ Me empujó, me tiro al suelo y le habló a la policía”.
Nadie la defendió, ni la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, donde acudió solicitando apoyo. Me cortaron el cabello, fue lo que másas me dolió. Cuando salí ya no quería vivir. Yo he conocido la maldad de la gente, dice. Por eso quiero irme de México, me gustaría sentirme libre. En Estados Unidos es diferente, dicen que la policía te respeta.
Su sueño es vivir en Hollywood o por lo menos en Los Ángeles y está decidida a buscar la tierra prometida, ese lugar donde sus amigas le han dicho que los gays son felices y nadie los molesta. Por eso, desde hace año y medio decidió dejar el Distrito Federal y venirse a vivir a esta ciudad fronteriza, para buscar la forma de pasar al otro lado.
Siempre ha sufrido el acoso policial, pero la primera vez que la violaron fue en esta ciudad: “Yo siempre había tenido sexo con todos, hasta con sacerdotes, muchos sacerdotes, de hecho viví en casa de uno de ellos, pero cuando llegue a la zona de tolerancia de Tijuana andaba muy alegre distrayendome con todo, entonces me detuvo un policía, sin decirme nada, me agarró y me esposó. Yo le dije: ¿cuál es mi delito? Y me dijo: ‘andas vestido de mujer y trabajando’. Fue homofobia. Y me llevó a la cárcel”.
Las cremas y maquillajes que vende no le dan para vivir: algunos días trabaja en la zona de tolerancia, especialmente en las esquinas de Mutualismo y la Calle Segunda. Por cada servicio cobra 200 pesos. Le gusta vestirse con mallones cien por ciento pegados y blusas ajustadas, topsitos de chica sexyEl día que más he ganado en mi vida fue hace unos meses cuando un mexicano que andaba drogado al terminar me dijo: ¿cuánto es?... yo le dije 200 y creyó que eran 200 dólares y después, como me quedé más rato con él, me dio 350 dólares.... jajajaja.
Últimamente no hay buena suerte: “Con el sexo me ayudo, de aquí a que me caiga un trabajo de maquillista está difícil. Anoche no hice nada. Aquí es muy mal pagado. En la ciudad de México, en la Zona Rosa, cobraba 700 pesos, aparte el hotel, aparte me compraban condones, lubricante, que se yo... Aquí muchas muchachas se van hasta por 50 pesos con tal de tener para comprar globoice ocrystal”.
Bárbara Brandy ha denunciado a los policías acosadores, pero tiene miedo que la asesinen. Le urge un pasaporte, porque dice que no tiene dinero para pagarle alpollero¿Cómo me puedo cruzar? No hay manera. Ojalá alguien me quisiera ayudar. Yo quisiera quedarme aquí, que existiera la Mujer Maravilla en mi y cambiar México, te lo juro. Quisiera hacer el Centro Cultural de la Diversidad Sexual, pero no puedo porque estoy en el buró de crédito.
Abuso y hostigamiento
Bárbara Brandy acudió a solicitar ayuda al Centro Binacional de Derechos Humanos dirigido por Víctor Clark Alfaro, un hombre comprometido con la causa de los grupos vulnerables: migrantes, comunidad LGTB, trabajadoras sexuales:De los trangéneros que defendemos la mayoría está en la zona de tolerancia y padecen el mismo cuento de nunca acabar: acoso, hostigamiento y abuso de los policías que no conocen las leyes, muchos creen que estar vestidos de mujeres es un delito y no quieren que caminen fuera de la zona de tolerancia; o por no traer su tarjeta de salud... no son los policías quienes deben de pedir la tarjeta, sino los inspectores de servicios médicos municipales.
Y explica el procedimiento utilizado para solicitar asilo en Estados Unidos: “Tienen que cruzar con pollero o por su cuenta. Al llegar al puerto de entrada, le dicen al oficial: Soy homosexual, quiero pedir asilo. Los pasan a un interrogatorio y luego a un centro de detención mientras se da todo el proceso. Y después pueden salir bajo fianza. Pueden estar presos desde un par de semanas, hasta un año y medio. Es el riesgo”.
Comenta que los costos de los polleros se han disparado: de 2 mil a 4 mil dólares por la línea, es decir, por el puerto de entrada encajuelado o en el motor, y de 10 a 12 mil dólares a pie. Cada mes y medio he sido testigo experto en los juicios de asilo de transexules y en todos los casos se les ha concedido. “Está justificado, porque en México hay un ideal cultural de la hipermasculinidad que es el machismo. La Iglesia católica ha dañado mucho y ha provocado que se fomente la cultura de la homofobia. Sufren muchísimo. El último trans asesinado la mataron a golpes: no pasa nada, la autoridad dice que fue pasional y no investiga”.
Cruzar la frontera significa cambiar de vida y Paola está convencida que en México nunca iba a encontrar la libertad y la paz que descubrió en Estados Unidos: Yo desde los 5 años sabía lo que era, peleaba con mis hermanas para quitarles las muñecas y darles mis carros... En México hay mucha gente ignorante. Me sentía atado; aquí soy libre, no estoy con el temor de que me vayan agarrar y golpear, no me faltan al respeto. Soy muy feliz. Lo único que me falta son los papeles.

domingo, 17 de junio de 2012

Impunidad

EJECUCIONES EXTRAJUDICIALES: SELLO DEL SEXENIO 

Por: Sanjuana Martínez                         junio 15 de 2012 - INVESTIGACIONES
                                                    Cristina Compeán con la foto de su hijo. Foto: Sanjuana Martínez
Como cada jueves, Cristina Compeán Olmeda lleva a sus tres nietos a terapia psicológica para superar el asesinato de su padre ocurrido hace dos años. La justicia y la reparación del daño serían, para ella y su nuera, elementos indispensables para hacer un duelo que resulta interminable  ante la impunidad: “Quiero justicia. La indemnización nunca llegó. Ni siquiera sabemos los nombres de los marinos que lo asesinaron. Ya es hora que nos den explicaciones”. 

La desaparición forzada, tortura y ejecución extrajudicial de su hijo José Humberto Márquez Compeán, es uno de los casos más emblemáticos de violación de derechos humanos en la guerra contra el narco emprendida por Felipe Calderón Hinojosa. La Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) emitió el 7 de junio del año pasado la recomendación 34/2011 en donde instaba a la Secretaría de Marina Armada de México (Semar) a indemnizar a la familia porque fue “torturado y asesinado por marinos”. 
Las ejecuciones sumarias se han convertido durante el sexenio de Calderón en un método ilegal de ataque contra civiles por parte del Ejército, la Marina, la Policía Federal y las policías estatales y municipales. La CNDH ha emitido 31 recomendaciones por ejecuciones extrajudiciales dirigidas a la Sedena, Marina y Secretaría de Seguridad Pública federal, principalmente, relacionadas con hechos que dejaron un saldo total de 47 civiles muertos desde el inicio del sexenio. 
Dos de las recomendaciones se registraron en 2007, cinco en 2008, dos en 2009, ocho en 2010, y 14 el año pasado. En el caso de la ejecución extrajudicial de Marquez Compeán, nueve días después, la Semar aceptó la recomendación, pero nunca llevó ante la justicia a los responsables ni indemnizó a la familia: “La Marina nunca se acercó a nosotros”, afirma su madre. “Nadie del gobierno nos ha respondido. Tiene que haber castigo, quiero que se haga justicia, que caigan los responsables. Fue un homicidio, un crimen. Han pasado dos años y nada. La Marina están mal. Detienen a los muchachos, no los interrogan, nomás los suben a sus camionetas y se los llevan. Luego resulta que hay cientos de desaparecidos, torturados y ejecutados. Tienen permiso para matar injustamente. Son impunes”. 

EN EL LUGAR EQUIVOCADO 
El domingo 21 de marzo de 2010, José Humberto, quien trabajaba como albañil  y los fines de semana vendía quesos, se levantó temprano en casa de su madre y fue a su casa ubicada en el municipio de Santa Catarina para desmontar un aire acondicionado que necesitaba. 
Luego de terminar el pendiente, caminó hasta la calle Manuel Ordóñez a esperar el autobús de regreso a la colonia Sierra Ventana de Monterrey donde lo esperaban su esposa y sus tres hijos. Era alrededor del mediodía cuando supo que estaba en el lugar y la hora equivocados: “En ese momento, en las calles de Santa Catarina se registro una balacera. Él quedó en el fuego cruzado y lo agarraron. Lo subieron a una patrulla de la policía de Santa Catarina junto con otro muchacho que iba herido. Luego, los policías se encontraron un convoy de la Marina y se los entregaron. Ninguno de los dos tenían nada que ver”. 
Según el informe de la CNDH, la Semar proporcionó apoyo y traslado en helicóptero al hospital donde dejaron al joven herido Lucio Barajas con el secretario de Seguridad Pública de Santa Catarina, Luis Eduardo Murrieta Maya, quien aclaró que perdió contacto con Márquez Compeán luego de que acudieron al Hospital Universitario porque permaneció con los marinos en calidad de detenido, mientras el otro herido fue dado de alta y liberado el 24 de marzo. 
La versión de la Semar fue que dejó a los dos detenidos en el hospital como Murrieta Maya, algo que el funcionario negó categóricamente ante el Ministerio Público. El caso cobró inmediatamente relevancia porque los medios de comunicación tomaron una foto de José Humberto Márquez Compeán mientras los marinos lo subían en el helicóptero. Se trataba, según la información oficial, de un narcomenudista. Durante el domingo, la familia de Márquez Compeán lo esperaron con angustia: “No llegó y el lunes en la mañana nos avisaron que lo habían visto en la tele, que estaba detenido. Intenté localizarlo para saber donde lo tenían arrestado y no nos daban razón. Hasta que empezó un noticiero a las 12 en la tele nos enteramos de que la Marina se lo había llevado de Santa Catarina y apareció muerto”. 

El 22 de marzo, la imagen de Márquez Compeán detenido por marinos mientras lo subían a un helicóptero fue utilizada para desmontar la versión de la Semar que intentó deslindarse inmediatamente del homicidio: “Después de 42 horas que lo tuvieron secuestrado lo fueron a tirar a San Nicolás de los Garza, a unos kilómetros del cuartel de la Marina Armada de México. Lo torturaron, los marinos le hicieron toda clase de torturas y apareció muerto”, dice su madre. 
Fue arrojado a un terreno baldío. Estaba envuelto en una cobija con varias bolsas de plástico que contenían drogas. Su cuerpo presentaba señas evidentes de tortura. Servicio Médico Forense levantando el cuerpo sin vida de Márquez Compeán. Foto: www.doslaredos.blogspot.mx Durante horas intentó saber algo de su hijo, hasta que al final del día decidió ir al Anfiteatro del Hospital Universitario: “Fui a buscarlo. Lo reconocí por su colita de cabello. Estaba muy hinchado, golpeado en la cara y en su cuerpo. Me dijeron que le habían hecho toda clase de torturas. Lo martirizaron, querían sacarle una verdad que él desconocía totalmente. Era inocente”, dice sin poder contener el llanto. 
La autopsia 692-2010 reveló que su hijo recibió múltiples lesiones, en el cráneo, tórax y abdomen producidas por “abuso de fuerza por terceras personas que causaron la muerte”. Más aún, el informe de la CNDH señala que fue asfixiado y que los marinos le colocaron las drogas con el objetivo de “dejar señales de que se trataba de un homicidio más que tenía vinculación con el narcomenudeo”. 


“EXCESOS” SIN CASTIGO 
En los últimos dos años, la Marina Armada de México ha incrementado en 150% las quejas por delitos y triplicado el número de recomendaciones de la CNDH. De 703 quejas, emitió 12 recomendaciones por ejecución extrajudicial, desaparición forzada, detenciones arbitrarias y tortura del 2010 al 2011. 
A Cristina Compeán Olmeda de 45 años le cambió la vida. Tiene otro hijo de 26 años. Trabaja de intendente en una tienda con escasos ingresos. Hasta hace poco el miedo no le permitía acudir a las protestas ni hablar de su caso, pero eso cambió cuando la impunidad y la falta de reparación, empezó a afectar a toda su familia: “Si ando en la lucha es porque mis nietos se quedaron desamparados y mi nuera igual, sin el sustento”.
En su recomendación la CNDH instó a la Semar a indemnizar a la familia: “que se traduzca en una compensación justa y suficiente para los deudos y se les brindé atención psicológica de forma inmediata, adecuada y efectiva”. 
La Marina Armada de México nunca cumplió. De hecho, la familia pagó los gastos de un funeral que todavía deben. Hace unos meses, Cristina encontró una esperanza, conoció a otras mujeres en su misma situación, familiares de víctimas de la Marina agrupadas en la asociación LUPA (Lucha por Amor, Verdad y Justicia) con la defensa de CADHAC (Ciudadanos en Apoyo a los Derechos Humanos, AC), organización que ofrece a la familia apoyo terapéutico gratuito con el activista social y psicólogo Rodolfo Salazar. Karina de 13 años, Cristina Gabriela de nueve y Ángel Humberto de cinco años acuden con su abuela a la cita de cada jueves para intentar sanar las heridas: “Ellos saben que su padre era inocente, pero no entienden porque unos señores marinos que se supone son los buenos, lo asesinaron”. 

MATAR, LUEGO AVERIGUAR 
La ejecución extrajudicial, el homicidio de manera deliberada por parte de un servidor público y bajo la potestad del Estado para justificar ese crimen ha sido un método común utilizado por las fuerzas del gobierno de Felipe Calderón en la guerra contra el narco. Generalmente el pretexto para asesinar es el llamado “fuego cruzado”, aunque en la mayoría de los casos, las víctimas estaban desarmadas. 
Las fuerzas de seguridad argumentan luego de un asesinato de civil, que este ignoró un retén o hizo un “movimiento en falso” frente a un convoy militar y los soldados lo apreciaron como sospechoso. De acuerdo con datos de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, de las 31 recomendaciones realizadas por ejecuciones sumarias, 15 de las víctimas resultaron heridas por las balas del Estado; es decir, de la Marina, el Ejército o las distintas policías, pero murieron por falta de atención médica. Sencillamente, se les dejo morir. 
                                                                       Foto: Sanjuana Martínez
En otros cuatro casos, a las personas se les secuestró y luego aparecieron asesinadas, como el caso de Marquez Compeán. En cuatro de las personas asesinadas extrajudicialmente por militares, marinos o policías, murieron a consecuencia de los golpes. Mientras en una docena de casos más, las víctimas murieron al instante producto de los disparos y en cinco casos, las personas recibieron el llamado tiro de gracia, por la espalda o a menos de un metro de distancia. 
En la mayoría de los casos, la estrategia de las fuerzas de seguridad del Estado fue desacreditar a las víctimas, señalarlos como sicarios o como delincuentes del crimen organizado. 

POR UNA CAMIONETA 
                                                 El doctor Otilio Cantú  Foto: Sanjuana Martínez

Jorge Otilio Cantú Cantú Es el caso de Jorge Otilio Cantú Cantú a quien los militares le destrozaron la cara con cuatro tiros de gracia. Ocurrió el 18 de abril del año pasado, cuando el joven recién casado se dirigía a trabajar. Un retén de militares le disparó sin ordenarle el alto. Recibió 12 disparos. Le “sembraron” una pistola; le robaron el dinero de su cartera, cambiaron toda la escena del crimen e incluso movieron su cuerpo de posición para luego argumentar que el joven les disparó primero. 
Los siete soldados que participaron en el asesinato señalaron a la víctima como un sicario. Aseguraron que les llamó la atención su camioneta pick up de reciente modelo y que lo siguieron y “repelieron la agresión”. Aseguraron que fue un fuego cruzado, pero gracias a que el padre del muchacho, el doctor Otilio Cantú González, salió inmediatamente en los medios de comunicación exigiendo la verdad y justicia, la Procuraduría de Justicia de Nuevo León inició las investigaciones y determinó que se trató de una ejecución extrajudicial por parte de los militares que en esos momentos hacían labores de policías del Estado. 
A los pocos días, los militares confesaron su crimen ante el cúmulo de evidencias, pero ninguno de los siete pisó la cárcel. Pero aún, la juez Rosa Linda Zapata dictó auto de formal prisión contra ellos por “homicidio calificado y delitos contra la administración de justicia”, no por ejecución extrajudicial. 
Sin embargo, después de la sentencia, la Secretaría de la Defensa argumentó que los inculpados serían juzgados por la justicia militar y presionó a la juez para que finalmente se declarara “incompetente”. En este caso, como en la mayoría la constante ha sido la impunidad. 
Desde el principio, el doctor Otilio Cantú González ha luchado para conseguir que se lleve a la justicia civil a los siete asesinos de su hijo. Y le escribió una carta a Felipe Calderón: “Más de 15 disparos de armas de grueso calibre dieron en el cuerpo de mi hijo, pero no contentos con su barbarie todavía ya masacrado tuvieron la sangre fría, como cualquier sicario común, de propinarle cuatro balazos en su cara, para luego sembrarle un arma y casquillos percutidos en el intento de disfrazar su fechoría y hacerlo pasar por delincuente. Pero no contaron con que Jorge Otilio no era huérfano, que su familia lucharía para que se esclareciera el caso, y que la Procuraduría y sus peritos actuarían conforme a Derecho y después de un arraigo y peritaje juicioso se encontraron elementos suficientes para ser consignados siete elementos ante un juez, mismo que les dictó auto de formal prisión por homicidio calificado y actos cometidos en la administración de justicia”. 
La justicia militar que juzga a los asesinos ha estado llena de oscuros episodios. Durante meses, el doctor Otilio Cantú González no supo nada de los inculpados que parecían protegidos por el fuero: “Me indigna el desconcierto que provoca no saber nada en el aspecto judicial por el secretismo y el ocultamiento que utiliza como estrategia la propia Sedena. Ahora, al parecer, de acuerdo con un medio de comunicación, me entero que después de 70 días el “Tribunal Castrense instruye la causa penal 239/2011 con motivo del fallecimiento del civil Cantú Cantú, la cual se encuentra en etapa de instrucción”. 
Y añade: “Usted pidió perdón, sí, pero defendió su estrategia refiriendo que se debería pedir perdón, pero por no proteger a las víctimas a manos de los criminales y por no actuar sobre ellos con la celeridad debida, y que son los que están matando a estas víctimas. No me arrepiento de enviar las Fuerzas Federales a combatir a los criminales, concluyó usted, y yo le pregunto: ¿qué no son igual de criminales las Fuerzas Federales que masacraron a mi hijo Jorge Otilio y que envió de apoyo a Nuevo León? y, ojo, no se vaya a confundir, no estoy generalizando, pero no es el único caso en el que soldados infringen sus códigos de honor y denigran así su prestigio y su presencia”. 

El doctor Cantú nunca recibió respuesta por parte de Felipe Calderón. El 20 de marzo del presente año –es decir, un año después del asesinato–, finalmente el padre de la víctima pudo ver a la cara a los acusados al asistir a una sesión del juicio castrense: “Ninguno tenía cara de arrepentimiento. Pedí verlos directamente, pero en ningún momento me pidieron perdón por lo que le hicieron a mi hijo, al contrario sus abogados me trataron muy mal durante el juicio donde ratifiqué la denuncia, querían que cayera en contradicciones pero no lo lograron”, dice en entrevista. 
Fue testigo de los privilegios de los que gozan los siete inculpados arropados en el fuero militar por un lado, pero defendidos por dos abogados civiles: “Por un lado tienen todas las bondades que les otorga el fuero militar y por otro ellos si pueden usar abogados civiles, mientras yo no. Es inaceptable porque lo único que genera esta situación es impunidad”, señala. 
Hace unas semanas se cumplió el primer aniversario del asesinato de Jorge Otilio Cantú Cantú y su familia y sus padres organizaron una misa, y realizaron un acto en su honor colocando una placa en el lugar donde fue acribillado por los soldados con el siguiente texto: “Jorge Otilio, te fuiste con el silencio en tus labios, sin poder decir adiós, se cerraron tus ojos y se apagó tu sonrisa, sin embargo en tu corto camino ha quedado tu huella para siempre por tu vida ejemplar y tus acciones”. 
En diciembre del año pasado, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) emitió la recomendación 73/2011 por el asesinato del joven y solicitó a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) que atendiera el caso para que fuera revisado por un juez civil y no militar, pero el pasado 27 de marzo, la SCJN desechó la solicitud argumentando que la CNDH no está facultada para solicitarlo. El doctor Otilio Cantú González estuvo presente en la sesión y sufrió una gran decepción: “Cada día desconfío más de las instituciones. Escuche los argumentos del ministro Salvador Aguirre Anguiano y allí mismo me dije: si estos son los máximos señores de la justicia, que podemos esperar de los otros.
En México la justicia se da a cuenta gotas, cuando a los jueces les da la gana. Fue muy decepcionante”. Mientras tanto, los siete militares bajo proceso por el asesinato se defienden a pesar de ser considerados asesinos confesos. Promovieron un recurso de apelación ante el Supremo Tribunal Militar, tres juicios de amparo que conoce el Juez Octavo de Distrito en Materia Penal en el Distrito Federal y un recurso de revisión ante la Suprema Corte de Justicia, aún pendientes de resolver: “Ellos si gozan de todas las bondades. Felipe Calderón se ufana de lo que está pasando, se siente orgulloso, mientras miles de inocentes mueren. Estos militares son unos sinvergüenzas, unos asesinos”. 
Al padre de la víctima le prometieron que en menos de un año los militares acusados estarían sentenciados. No ha sido así: “Estamos viviendo una pesadilla. La Sedena pretende cansarnos para que desistamos, para que nos olvidemos, pero no será así. Yo seguiré luchando hasta que se haga justicia, hasta que Dios me de fuerzas. Mi hijo me esta enviando toda la fuerza porque sabe que tenemos que sentar un precedente para que no le suceda lo mismo a otras personas. Lo que está sucediendo es una barbaridad. Somos muchos los que estamos sufriendo la impunidad de las fuerzas armadas”. 

ESTUDIANTES DEL TEC, NO SICARIOS 
Desde que Felipe Calderón decidió lanzar la guerra contra el narco, las quejas contra efectivos del Ejército aumentaron de 367 en 2007 a casi 1700 por ciento en 2011, según la Comisión Nacional de Derechos Humanos que sitúa en más 6 mil los expedientes. 
La Marina sigue la misma senda con 495 quejas durante el año pasado. Peor aún, Human Rights Watch afirma que sólo 20 soldados han sido condenados entre más de 3 mil 700 investigaciones de presuntos abusos militares contra civiles durante el gobierno de Calderón. La impunidad es la constante. 
Los estudiantes del Tecnológico de Monterrey lo saben y portaron pancartas exigiendo justicia para sus dos compañeros asesinados por militares hace dos años. Se congregaron más 600 a las afueras del Tec con pancartas donde se podía leer: “Prefiero la verdad a la ignorancia”, “Yo también soy Jorge”, “No más indiferencia”. 
El 19 de marzo de 2010, Jorge Antonio Mercado Alonso de 23 años y Javier Francisco Arredondo Verdugo de 24, becarios del Tec, estudiantes de posgrado, “con beca de excelencia y excelente desempeño académico”, fueron señalados por el Ejército como sicarios que murieron en medio de una balacera ocurrida la madrugada frente al ITESM. 

Peor aún: el 1 de mayo del 2010, Ricardo Nájera, vocero de la Procuraduría General de la República, dijo en conferencia de prensa que los dos jóvenes murieron debido al “fuego cruzado” entre soldados y presuntos delincuentes y afirmó que con el análisis de las balas incrustadas en el cuerpo de uno de ellos se acreditó un calibre usado por la delincuencia. Para llegar a tal afirmación, las investigaciones incluyeron 49 declaraciones ministeriales, 50 dictámenes periciales, 37 inspecciones ministeriales, dos protocolos de necroscopia y el levantamiento de los cadáveres, además del análisis del video tomado de la cámara fija de la caseta de Tec de Monterrey que le fue entregado a las autoridades. 
Sin embargo, en la recomendación 45/210, la CNDH solicita a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) indemnice a los familiares de los universitarios Francisco Arredondo Verdugo y Jorge Antonio Mercado Alonso, debido a “la responsabilidad institucional en la que incurrieron” los militares involucrados en los hechos ya que se comprobó que alteraron la escena del crimen, que golpearon a los jóvenes estudiantes en el rostro, les quitaron sus identificaciones e incluso editaron el video con las imágenes de los asesinatos de los estudiantes. Más aún: en el expediente se señala que todas las autoridades estatales y federales involucradas en la investigación bloquearon el acceso a documentos a los visitadores que pretendían verificar la verdad histórica de los hechos: “Se dio un “uso arbitrario de la fuerza pública, tratos crueles e inhumanos, alteración en la escena de los hechos, así como ejercicio indebido de la función pública”. “Es momento de exigir que se aclaren los crímenes de inocentes”, señaló la Federación de estudiantes del Tecnológico de Monterrey, que convocó a una guardia de honor y un ofrenda floral para recordarlos dos años después de los hechos y para protestar por la impunidad que aún cubre el caso. 
David Pulido, estudiante del Tec, señaló que supuestamente hay un militar detenido por los asesinatos pero no conocen ni el nombre ni los avances de la investigación: “A dos años del asesinato no hay una sentencia. Los alumnos de la Federación de Estudiantes se han dado a la tarea de pedir los avances del caso a la Procuraduría Militar pero no hay transparencia”. 
Recordó como el Ejército manipuló la escena del crimen e intentó convertir a los dos estudiantes como sicarios: “Felipe Calderón es el máximo responsable de estas muertes y de los 60 mil más. Él tiene que rendir cuentas. Él es culpable directamente al declarar esta guerra que ha dejado miles de violaciones de derechos humanos: torturas, ejecuciones extrajudiciales, secuestros, desapariciones. Él fue quien ordenó al Ejército salir a las calles sin tener una preparación, si  tener una estrategia”. 
Los asesinatos de los dos estudiantes han quedado como una huella indeleble en la historia del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey. El ex rector, Rafael Rangel Sostmann aseguró que el gran error que cometió tras la muerte de dos estudiantes fue confiar en el Ejército a través de información proporcionada por el procurador de Nuevo León y exigió justicia y reparación por este crimen: “A estos dos muchachos les pegó una granada, probablemente del Ejército, las personas que estaban ahí pues se asustan y tratan de borrar aquello por las implicaciones, pues para qué iban a quitar credenciales y limpiar todo, la identidad de aquellas personas”. 
Después de señalar directamente al Ejército mexicano, Sostmann renunció a su cargo. Lamentablemente el nuevo rector David Noel Ramírez Padilla no ha tenido la firmeza necesaria para exigir el esclarecimiento de los asesinatos de los estudiantes del Tec y simplemente se ha referido a los hechos como producto de las circunstancias: “Es una vergüenza que este señor diga que los estudiantes murieron por las circunstancias. No fueron las circunstancias, fueron soldados los que los mataron, los ejecutaron. 
Es una vergüenza que las autoridades del Tec con tanto poder, sean tan pusilánimes a la hora de alzar la voz para exigir justicia y para que finalmente todos sepamos la verdad de los hechos”, señala Pulido. 

A BOCAJARRO 
“Abran la puerta, hijos de la chingada”, gritó un marino a la una de la mañana el primero de septiembre del año pasado, al tiempo que golpeaba la puerta de entrada. En el interior Gustavo Acosta Luján, de 31 años permanecía despierto frente a la computadora. Se levantó y les dijo antes de abrir la puerta: “Tranquilos ahorita les abro, no estamos escondiendo nada”. 
Gustavo quitó los cerrojos de la puerta que finalmente fue abierta con una patada. De pronto, se vio rodeado por varios hombres encapuchados con el chaleco de la Marina. Él levantó las manos en señal de rendición, pero uno de los marinos se acerco y le disparó en la frente. Su último reflejo fue proteger a su padre y salvarle la vida, se movió para taparlo y recibió el segundo balazo.
La Marina emitió un comunicado al día siguiente señalando a la víctima como sicario y mintiendo sobre los hechos, asegurando que se había tratado de un enfrentamiento en Apodaca, Nuevo León. Afirmaron que al repeler la agresión falleció un presunto delincuente, identificado como Gustavo Acosta Luján, M-3, de 29 años. Agregó que en el inmueble localizaron una subametralladora nueve milímetros, un rifle AR-15 y varias dosis de cocaína. 
En realidad, según los testimonios recabados luego por organizaciones no gubernamentales y la propia CNDH, la escena del crimen fue modificada por los marinos y estos le “sembraron” un arma al joven ejecutado extrajudicialmente. Han pasado nueve meses desde entonces, y su padre Gustavo Acosta Reyes siente la misma desolación y tristeza por el asesinato de su hijo, jamás esclarecido. Es un caso paradigmático que fue utilizado por Human Rights Watch para exhibir el crimen de “ejecución extrajudicial” cometido por la Marina en la guerra contra el narco llevada acabo por Felipe Calderón. 
                                              Los padres de Gustavo Acosta Luján Foto: Sanjuana Martínez

La madre, María Eva Luján López acompaña a su esposo en un encuentro sobre desapariciones forzadas y otros crímenes de Estado. Ambos portan pancartas de protesta y siguen luchando para que la Marina reconozca el asesinato y repare el daño. Hasta ahorita no ha sido así, la institución no ha acatado las recomendaciones ni ha aceptado su culpa y los culpables siguen impunes. “A mi hijo me lo mataron a bocajarro”, dice María Eva. “Mi hijo les abrió la puerta. Nosotros estábamos en la planta de arriba y mi hijo Daniel de 20 años nos salvó la vida porque nos tiró al suelo porque balacearon toda la casa y la camioneta”.  No puede contener el llanto, toda la familia padece las secuelas de la agresión y el asesinato: “No nos dan ninguna explicación del crimen. Cuando lo vi tirado y ensangrentado les dije: ‘¿Que le hicieron a mi niño?’ Y uno de ellos me contestó: ‘Cállese el hocico’. Me dijeron puras groserías, yo digo que no andan bien, andan drogados para poder trabajar y para darse valor. La Marina dicen que son los mejores preparados. Mentira. Primero se investiga y luego se dispara. A mi hijo me lo mataron impunemente”. 
Lamenta el desprecio de la Marina y las autoridades que supuestamente defienden los derechos humanos en Nuevo León y México, ni la Procuraduría General de la República: “Cada vez que me acuesto siento los balazos sobre mi cabeza. Nomás veo la imagen de mi hijo allí donde cayó. ¿Qué pido? Pido justicia nada más, que detengan a los asesinos, aunque sean marinos”. 
A su lado, está su hija Karen Paola de 22 años, quien la acompaña en el evento de protesta: “Nos tardamos meses en volver a nuestra casa, teníamos mucho miedo. ¿Pero que más? ¿A dónde nos vamos? Tengo miedo de dormirme y no levantarme. Oigo cualquier ruido y me asusto. Salgo y pienso que los que supuestamente están para cuidarnos nos pueden matar. Los marinos son delincuentes con sueldo que todos pagamos”. Inconsolable, su padre, soldador de profesión, insiste en que el nombre de su hijo debe quedar “limpio” de cualquier sospecha porque ya se demostró que no era un sicario como la Marina dijo: “Mi hijo era un hombre decente y aún aunque lo fuera, no tenían derecho de entrar a mi casa así, de llegar agrediendo y asesinando  de esa manera. Mi hijo andaba en shorts de dormir, jugando con la computadora. Les abrió la puerta porque nosotros no debíamos nada. Todo sucedió en cuestión de segundos”. 
Sin poder contener el llanto solicita la reparación del crimen para apoyar a su nieto de apenas cuatro años, hijo de Gustavo: “Él me salvó la vida. Quiero justicia, su hijo dependía de él. Pido una seguridad para el niño. Deben de hacer justicia y reparar daños. El dolor es tan fuerte. Yo lo viví en carne propia. ¿Por qué los marinos son impunes? Nunca nadie del gobierno se me acercó para lamentar lo que nos hicieron. No mataron un perro, quiero que el gobierno me responda. Y quiero ver a la cara al que disparó a mi hijo, al que me lo mató”. 

SE ACUMULAN LOS CASOS 
Los casos de ejecuciones extrajudiciales se le acumulan al gobierno de Felipe Calderón. Entre los más paradigmáticos, además de los anteriores, se encuentran los de Juan Carlos Peña y Rocío Elías asesinados en 2010 y rematados con el tiro de gracia por militares. Padres de dos niñas, trabajadores de una maquiladora fueron ejecutados extrajudicialmente en Anáhuac, Nuevo León a pesar de que levantaron los manos en señal de rendición cuando fueron detenidos en un retén. 
                                                               Foto: Sanjuana Martínez

En la lista está incluida la ejecución extrajudicial de Patricia Terroba a quien los marinos dispararon 53 veces a su automóvil en medio del operativo contra Arturo Beltrán en Cuernavaca, y el de Gregorio Bojórquez quien al ver a los marinos se asustó y corrió y fue asesinado por la espalda en Mocorito, Sinaloa. 
El Departamento de Estado de Estados Unidos destacó en su último informe el caso de la “ejecución extrajudicial” de Joaquín Figueroa Vásquez, Tito Landa Argüelles y Raúl Tecatl Cuevas, en Veracruz, por parte fuerzas de seguridad estatales y federales al señalarlos como “sicarios”. Fueron torturados y ejecutados con un tiro en la cabeza, pero las actas de defunción señalaban como causa de la muerte: “traumatismo craneoencefálico secundario y herida por proyectil de arma de fuego”.  
Este caso fue atendido por la Comisión mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos (CMDPDH) y presentado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Además de estos casos emblemáticos, entre 2010 y 2011 la CNDH ha documentado la muerte de 150 “víctimas inocentes” a manos de los tres niveles de gobierno que actualmente están en proceso de investigación y recomendación. La respuesta del gobierno ha sido siempre: el silencio.

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lunes, 11 de junio de 2012

¿Qué tanto sabe Felipe Calderón de sus narcogenerales?


El Ejército está corrompido hasta la médula, afirma el militar
Generales, ligados al narco desde hace años: Gallardo
Sanjuana Martínez
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 10 de junio de 2012, p. 15
Desde hace años existe personal militar, incluidos altos mandos, coludido con el narcotráfico, dice el general José Francisco Gallardo Rodríguez antes de afirmar de manera contundente que los supuestos narcogenerales detenidos, quienes permanecen bajo arraigo, “tienen un largo historial de colaboración con capos del narcotráfico.
Lo que me sorprende es que por fin los hayan detenido, dice en entrevista, mientras toma un café americano y se decide por una pieza de pan dulce en un céntrico restaurante capitalino. Es la primera vez que acepta hablar sobre el tema:Sé, por lo que he vivido, que la detención de esos altos mandos tiene que ver con un asunto impulsado desde Estados Unidos. Esas investigaciones de la DEA datan de años. Se trata de un caso de impunidad dentro del Ejército.
Gallardo Rodríguez es un disidente aún perseguido, convertido en símbolo de la defensa de los derechos humanos luego de permanecer nueve años bajo arresto por exigir la creación de un ombudsman militar. De mirada firme, hace un balance sobre las polémicas trayectorias castrenses de los inculpados por supuestos nexos con los Beltrán Leyva: el general retirado diplomado del Estado Mayor Tomás Ángeles Dauahare, ex subsecretario de la Defensa; el brigadier en activo Roberto Dawe, y el general de división diplomado del Estado Mayor Ricardo Escorcia Vargas, también en retiro.
Son mandos intocables por las corruptelas que existen en el Ejército y por arreglos. En la prisión militar se saben muchas cosas. Tuve expedientes de muchos procesados, en los cuales se nombraban a esos generales ahora encarcelados y a mandos medios. Todo mundo lo sabía. Nunca se hizo nada. En los procesos internos, la tropa y los oficiales involucrados los mencionan. Más aún: en el Estado Mayor Presidencial se extraviaba equipo y luego aparecía en manos de gente del crimen organizado. Eso está en los expedientes.
Amenazado de muerte, Gallardo ha padecido las consecuencias de enfrentarse al gran poder del Ejército. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Amnistía Internacional y otras organizaciones lo han defendido con recomendaciones que el Estado mexicano se negó a atender debidamente para restituirle sus derechos, retirados hace 18 años, algo que contrasta con la actual política del secretario de la Defensa, Guillermo Galván Galván, quien ha indultado a más de 800 efectivos que han cometido delitos. Los ha perdonado a través del retiro de acción penal, facultad exclusiva del secretario de la Defensa.
–Si los generales están involucrados en el narcotráfico, ¿quiere decir que también el Secretario de la Defensa?
–Por supuesto que sabe. Los hombres más informados de México son el Presidente de la República y el Secretario de la Defensa Nacional. Debe haber conocimiento de Galván. Él no es ajeno. Un comandante es responsable de lo que pasa dentro de su unidad, y el secretario es responsable de lo que pasa dentro, porque tiene todos los medios, los recursos para saberlo. Tiene la Policía Militar, que es política; la persecución del delito, los órganos de inteligencia militar, los órganos del fuero de guerra. Aquí el asunto tronó por Estados Unidos, no por México.
–¿Y si está involucrado el Secretario de la Defensa también el Presidente?
–Es una situación compleja, pero hay corrupción hasta la médula.
–¿Estos arrestos tienen que ver con las próximas elecciones? ¿Se quiere ayudar al Partido Acción Nacional?
–Sucede en una coyuntura muy compleja y en política no hay nada suelto. Todo está concatenado.
–¿Habrá más de tres generales implicados?
–Hay mucho personal involucrado en narcotráfico, pero queda a criterio del secretario de la Defensa Nacional promover los órganos de justicia y persecución del delito.
Ángeles, Dawe y Escorcia
Gallardo Rodríguez es autor de tres libros y de una tesis doctoral titulada Ejército y sociedad en México, reforma de las fuerzas armadas. Durante su estancia en el Ejército coincidió con el general Tomás Ángeles Dauahare. Su caso es de impunidad. Caminó bajo la sombra de su abuelo, el general Felipe Ángeles, héroe de la Revolución Mexicana. Se autonombra uno de los duros del Ejército, pero el jefe de él es todavía el general Cervantes Aguirre, secretario de la Defensa Nacional en la administración de Ernesto Zedillo. Son los mandos que impulsaron la represión en Chiapas, cuando el levantamiento zapatista.
Asegura que Ángeles Dauahare muy pronto se vinculó con gente igualmente cuestionada: Perteneció al grupo selecto del general Enrique Cervantes Aguirre (secretario de la Defensa en el gobierno de Ernesto Zedillo). Fue su secretario particular y tuvo gran influencia en la toma de decisiones. Incluso es quien impulsó la mano dura y el uso de la fuerza contra los movimientos sociales durante su administración.

Las detenciones de altos mandos han sido impulsadas desde Estados Unidos, expresa Francisco GallardoFoto Sanjuana Martínez
–¿Por qué los generales y otros miembros del Ejército se involucran con el narcotráfico? ¿Por dinero o por poder?
–Por poder, más que por dinero, porque los cargos que han tenido, como Ángeles Dahuare, los hacen millonarios. Un agregado militar gana en dólares, y él fue dos veces.
–Ángeles Dauahare se presenta como víctima. Incluso existe la versión de que fue detenido por apoyar públicamente a Enrique Peña Nieto, algo que molestó supuestamente a Felipe Calderón.
–No. Yo vi los videos con sus declaraciones y no dijo nada fuerte. Es más, me parecieron participaciones de tipo cantinflesco.
–Entonces, ¿no es víctima?
–No, ni tampoco preso de consciencia. Un preso de consciencia es la persona encarcelada por sus ideas y que nunca ha hecho manifestaciones del uso de la fuerza. Ángeles Dahuare siempre lo hizo. Incluso la utilizó en Chiapas. Él y su grupo renegaban de las recomendaciones de la CNDH, y ahora él recurre a la comisión. Los perseguidores de antes ahora son las víctimas.
–¿Tiene que venir la DEA para investigar a los generales mexicanos por narcotráfico?
–Sí, eso es lo malo.
–¿Por qué?
–Porque el Estado mexicano abdicó de su función de defensa nacional. Abdicó como Estado encargado de aplicar las leyes y hacer que los individuos que las violen paguen con una pena. Abdicó por todas las extradiciones que ha hecho. El Ejército está corrompido hasta la médula. Desde que aceptó fungir como policía en una guerra contra las drogas, que es inconstitucional, ya estamos hablando de una corrupción en exceso, porque el Ejército está cubierto en el fuero militar para no rendir cuentas, al igual que la Marina. No se sabe lo que está pasando. Ahora resulta que son héroes.
–¿Y de Dawe y Escorcia qué sabe?
–Ellos también son mencionados desde hace años en los procesos. Tengo el caso de un mayor con un testigo protegido que se llama Jeniffer, y él dice que cuando el general estaba a cargo de una instalación militar del Estado Mayor Presidencial se extraviaron armas, municiones y equipo diverso. El mayor está procesado por ello, pero el único responsable es el comandante, Dawe, no los mandos medios.
–Supuestamente, estos generales están involucrados con los Beltrán Leyva.
–Hay colusión de altos mandos militares con capos del narcotráfico. Desde el general José de Jesús Gutiérrez Rebollo, en 1996, quien tuvo que ver con una denuncia que se hizo en Estados Unidos, no por las investigaciones que se hacen en el orden interno. El Código de Justicia Militar es muy claro, pero cuando los culpables están arriba se tuerce, cuando se trata de gente de abajo se va con toda la fuerza.
–¿Cuántos militares más hay involucrados en narcotráfico?
–Debe haber más, pero eso lo deben investigar las autoridades competentes y que el secretario de la Defensa no meta la mano. Por eso la justicia militar debe ser un órgano independiente, autónomo, en el que el procurador militar tutela la disciplina castrense. Lo dijo hace muchos años: el fuero militar debe desaparecer. ¿Lealtad institucional o impunidad?
–¿Y cuál es el origen de la impunidad de estos supuestos narcogenerales?
–Los que están ahora procesados son diplomados del Estado Mayor. No hay tácticos, sólo un teniente coronel, que es un mando medio.
–¿Por qué?
–Porque en la escuela de guerra se premia el grado de humillación que soportas. La transa es una práctica que se aplaude. Los que somos egresados del colegio militar somos tácticos. Por eso muchos no entramos a la escuela de guerra. Los diplomados del Estado Mayor son la cosa nostra del Ejército
–¿Este proceso debilita al Ejército como institución?
–No. Es un asunto de carácter penal. El Ejército es intocable, no le pasa nada. Se tiene una falsa apreciación de lo que es el espíritu de cuerpo. Una institución como el Ejército no debería tolerar que sus miembros se escuden en el fuero para cometer esos ilícitos.
–¿Cuál será el futuro de los supuestos narcogenerales?
–El gobierno de México debería esclarecer muy bien este asunto, porque de lo contrario va a provocar un conflicto más grave. Les deseo suerte para que no los vayan a extraditar a Estados Unidos, porque es previsible que suceda por lo que saben. Saben demasiado.
–Felipe Calderón dice que el Ejército salvó a México.
–No es cierto. El que salva a México es el pueblo.

domingo, 3 de junio de 2012


Siguiendo el rastro de los huesos

Hay más de 10 mil cuerpos sin identificar y 40 mil desaparecidos
Identificar restos, ardua labor de los especialistas en genética
Protocolos y metodologías en el forense de la procuraduría de NL
El doctor Eduardo Villagómez Jasso  Foto: Sanjuana Martínez

Sanjuana Martínez
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 3 de junio de 2012, p. 14
Nosotros no buscamos personas vivas. Nuestra obligación es identificar cadáveres. La frase de bienvenida de la doctora María de Lourdes Chávez, coordinadora del Laboratorio de Genética Forense, cae como agua fría sobre los familiares de desaparecidos que una mañana de mayo han acudido a la dirección de Servicios Periciales de la Procuraduría General de Justicia de Nuevo León, para conocer protocolos y metodología utilizada en los procesos de ADN.
En México hay más de 10 mil cuerpos sin identificar, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y 40 mil desaparecidos durante el gobierno de Felipe Calderón, según estadísticas del Comité Eureka; una verdadera tragedia humanitaria que no es atendida por el Estado, por la falta de un Banco Nacional de Datos que sirva para que las entidades crucen información genética.
El hallazgo de cuerpos, huesos, fragmentos, tejidos y restos en más de 500 fosas clandestinas, narcococinas, tambos con ácido y en las cunetas de las carreteras ha incrementado en los últimos años el trabajo de médicos especialistas en genética forense, aunado a los cientos de personas NN (No nombre) o NR (No reclamado) que se sepultan en fosas comunes a lo largo y ancho del país.
Esto nos remonta a Argentina, Chile, España, dice de entrada el doctor Eduardo Villagómez Jasso, coordinador del Servicio Médico Forense del Hospital Universitario. Tenemos que localizarle a cada familiar su desaparecido; como si son 30 o 40 mil desaparecidos o más. No importa. Estamos obligados, así nos tardemos 15, 20 o 30 años. Hay que entregárselos.
                                     La doctora María de Lourdes Chávez Foto: Sanjuana Martínez
El rastro genético
El doctor Villagómez Jasso recorre el área de autopsias y estudios de ADN, sin percatarse de los cadáveres frescos colocados en las planchas de acero inoxidable, pero la imagen de las cabezas abiertas cubiertas del rojo intenso de la sangre y los cuerpos en canal es tan perturbadora como el fétido olor a muerte que inunda los rincones de este viejo anfiteatro.
El equipo forense no siempre tiene la oportunidad de identificar cuerpos completos. La labor más minuciosa y agotadora es la identificación de fragmentos, pequeñas piezas de tejido y hueso.
Esta vez han llegado varios cadáveres en bolsas negras, tal y como las dejaron los asesinos: Llegan catalogados como piezas, no vienen como cuerpos; por ejemplo, cada pieza hay que registrla en el consecutivo. Y sacamos todo lo que esté en esa bolsa, empezarlo a analizar y describir, por ejemplo: 15 fragmentos de hueso largo, tantos huesos planos, otros más que pertenecen a la bóveda del cráneo, piezas dentales, objetos metálicos como prótesis....
En otro edificio cercano, la doctora especialista en genética forense María de Lourdes Chávez extiende en una mesa los fragmentos de huesos, tejidos y restos humanos de la última fosa clandestina: Cuando encuentran osamentas, restos o cuerpos destruidos por ácidos nos dificulta mucho el trabajo y el proceso es tardado. Y eso nos tiene con rezago. A veces es prácticamente imposible obtener estudios de genética en cadáveres que fueron totalmente disueltos en ácido o completamente calcinados.
La doctora Chávez habla frente a un grupo de familiares de desaparecidos, expone en una pantalla cada paso a seguir para lograr plenamente la identificación de personas mediante el cruce de ADN de sus familiares más cercanos.
Las recientes tragedias masivas han incrementado el trabajo del departamento forense: casino Royale, penal de Apodaca y los 49 torsos lanzados a una cuneta de la autopista Monterrey-Reynosa, a la altura del poblado de San Juan, en Cadereyta Jiménez.
Ultimamente nos han llegado cuerpos mutilados. La persona que tiene a un desaparecido va al anfiteatro y ve las fotos y reconoce a su familiar en un cadáver fresco, el problema es que en ese hecho se tiraron varios cadáveres mutilados y, entonces, a lo mejor reconocen la cara, pero el resto de los fragmentos pueden ser de una o de otra persona y no podemos entregar algo de lo que tengamos duda.
El protocolo exige que a cada cadáver se le haga una ficha de ingreso que incluya información de dónde se encontró, fecha, hora, lugar, quién dio fe del hecho, fotografías, huellas dactilares, datos odontológicos, lesiones, tatuajes,piercings y, finalmente, se toman muestras para genética que pasan al Banco de Datos de ADN.
Pistas óseas
¿Todos ustedes ya se tomaron muestras de genética para estudios de Banco de Datos de ADN?, pregunta al grupo de familiares de desaparecidos la doctora Chávez. María Guadalupe Vázquez Carranza la observa con desconfianza. Su hija Myriam Guadalupe Alemán, de 36 años, desapareció el 21 de enero de 2011 en la carretera a Nuevo Laredo, Tamaulipas, a la altura de Sabinas Hidalgo, Nuevo León. Era maestra, soltera y nunca nadie solicitó rescate por ella. Desde entonces no ha dejado de buscarla.

Yo no creo en ese sistema de identificación. No me vayan a entregar algo que no es ella. Ha pasado tanto tiempo y ya no puedo dormir, me levanto por la noche, esto no es vida y me animé a venir. Ya, lo que sea. Ya no puedo seguir adelante. Alguien la secuestró. Mi hija no sería capaz de dejar su plaza de maestra: estuvo un año esperándola.
La doctora Chávez intenta convencer a los familiares que las técnicas utilizadas son científicas: “Nuestros métodos están estandarizados a nivel internacional conkits probados exclusivamente para forenses. Nuestros equipos al final utilizan software que no pueden ser manipulados. Aparte, requieren en cada uno de los procesos control de calidad, controles positivos, controles para saber si no está contaminada la muestra, controles internos propios de los perfiles de cada una de las muestras”.
Cada perfil de la persona ingresa a un programa del Banco de Datos denominado DNAView, un software utilizado exclusivamente para almacenar los datos de los familiares y los perfiles de los cadáveres, los restos óseos, mutilados, fragmentos, restos calcinados...
                María Guadalupe Vázquez con la foto de su hija desaparecida. Foto: Sanjuana Martínez
En la pantalla, los asistentes a la explicación observan cómo aparecen columnas inmensas de números que cruzan información entre las pruebas de los cadáveres con sus familiares: Tengan en mente que requerimos familiares directos hacia arriba y hacia abajo: los dos padres de preferencia, aunque a veces no quieren venir por miedo o porque se niegan a aceptar que el hijo está desaparecido, y requerimos a los hijos o a la esposa o al esposo para que se haga un trío de madre, padre e hijo.
Cada familiar al llegar tiene que llenar una solicitud, se le toman las muestras, les dan un folio único con el que luego se les puede dar datos o informes: En una fosa podemos encontrar 30 fragmentos porque los quemaron o los mutilaron y son pedacitos. Esos 30 se trabajan. Cada pieza requiere un periodo de 15 días para tener un perfil completo. La experiencia nos dice que a veces cada pedacito es de una persona diferente. No podemos arriesgarnos a dejar una persona sin identificar, y se procesan 30, 40, 50... la última fueron más de 80. Es una tarea cansada, tediosa, gastamos muchísimos reactivos porque son muchísimas personas en pedazos pequeños.
Huesos con información
En la mesa, la doctora Chávez extiende los fragmentos y enumera cada pieza. Cada perfil se guarda y luego se saca para decir que el pedacito uno es del perfil de la persona uno, el 37 es de la persona 80: Así hasta que juntamos en bolsita los pedacitos de cada quien, para que en caso de que se le identifique con un familiar poder entregar todos sus huesos y esté seguro que se le entrega lo más completo posible, dice con una leve sonrisa.
La última vez comenta que vivió una situación compleja ya que estudiaron tres pedacitos entre pura ceniza de una narcococina y cada una de las piezas era una persona diferente: Eran tres personas y pura ceniza. Entregamos a cada familiar los tres pedacitos, se pusieron de acuerdo entre ellos para llevarse cada quien un pedacito. ¿Qué hacían con la ceniza? Decidieron sepultarlos juntos.
Asegura que el método utilizado de identificación es confiable: Mi cálculo de probabilidad es con más de 99.73 por ciento, algo aceptado internacionalmente para paternidad. Además, la posibilidad de que encontremos una persona con un perfil genético idéntico a otra, es una en 28 veces la población de nuestro planeta.
                    María del Carmen Méndez muestra a su hijo desaparecido. Foto: Sanjuana Martínez
No todos están convencidos. María del Carmen Méndez tiene 66 años y lleva una foto de su hijo, Luis Alberto Miranda Méndez, de 32 años, desaparecido en Tampico,Tamaulipas, cuando viajaba rumbo a Veracruz. Está sentada en uno de los escritorios del departamento de genética forense. Llena la solicitud para tomarse pruebas de ADN y recibir un número de expediente, aunque desconfía del método: No es fácil aceptar, se me hace que todo lo hacen para decir ya cumplimos. Aunque, yo quiero saber de mi hijo, esté como esté, dice llorando.
El doctor Villagómez recorre el anfiteatro. Está acostumbrado a convivir con los muertos, pero su trato con los vivos es gentil, afable y educado. Siempre atiende a todo el que se acerca. Y reconoce la desconfianza entre los familiares de desaparecidos en torno a las pruebas genéticas: Es la etapa de negación de todos. La posibilidad de que se entregue un cuerpo por error es mínima. No existe margen de error. No podemos desviar la verdad, no tenemos ningún interés. En lo absoluto. Conocemos al familiar al momento que llega y al fallecido a través de las muestras.
Insiste: Les pedimos a todos los familiares de desaparecidos que tengan confianza en nosotros. Estamos haciendo las cosas cientificamente. Tengan la certeza de que nuestro trabajo es y seguirá siendo imparcial cien por ciento. Las puertas están abiertas y las dejaremos así durante muchos años.