domingo, 5 de febrero de 2012

Vivir al día


Crece en el país contratación por día; opción para desempleados
No sabemos si hoy tendremos para frijoles, relata trabajador
La modalidad, muy común también en Estados Unidos, viola la LFT
Foto
Camionetas transportan a trabajadores para que laboren en construcciones de Nuevo LeónFoto Sanjuana Martínez
Sanjuana Martínez
Periódico La Jornada
Domingo 5 de febrero de 2012, p. 33
Son las seis y media de la mañana y los trabajadores van llegando a la esquina de las calles Gómez Morín y Roberto Garza Sada. Es un lugar conocido de empleo temporal. Hay albañiles, tablarroqueros, yesistas, azulejeros... La mayoría son contratados para laborar por días en las construcciones de las mansiones del municipio de San Pedro Garza García, Nuevo León.
Don Gregorio Saldaña tiene 68 años y está sentado en una jardinera. Usa una gorra de beisbol que le esconde las canas. Sus manos están llenas de callos y parecen de piedra, huellas del oficio de albañil que además le ha dejado hernias por cargar bultos pesados. Ha estado dos meses sin conseguir trabajo, pero hace unos días, un ingeniero por fin lo aceptó en una de las obras: Nos contratan por días. Está canijo. A veces no sabes si te van a pagar o no, pero, ¿qué más hacemos? De esto vivimos, señala.
Ha criado a 12 hijos con la misma mujer y tiene un montón de nietos que se niega a contar. El oficio lo aprendió desde niño, viendo. Ha laborado con contratistas y compañías, pero nunca antes le faltó empleo como ahora: Hay mucha competencia y poco trabajo. Antes estaba en la flor de la vida. Trabajaba en los edificios, de quince, veinte pisos. Ahora ya no puedo, por eso prefieren muchachos. Pero sigo echándole ganas. Nos dan 200 o 300 pesos por día. Lo malo es que no sabes si te van a contratar mañana.
Don Gregorio Saldaña vive los estragos del desempleo que afecta a casi 3 millones de personas en México y padece la actual dinámica económica que genera trabajos que son mal remunerados y con prestaciones precarias o nulas.
Soy tablarroquero y eso me salva, dice Mario Toledo, quien ya tiene dos meses trabajando en la misma obra, una mansión construida en lo alto de la montaña. Me pagan 2 mil pesos por semana, pero sin prestaciones, ni nada.
Camionetas Pick up y camiones de redilas se estacionan en esta esquina para ir subiendo trabajadores. Algunas veces son los propios choferes los que contratan:Soy de Zacatecas y hoy tuve suerte, dice uno mientras sube sonriente a la caja del vehículo donde van hacinados casi una veintena de trabajadores.
Las esquinas de los trabajadores por día abundan en este municipio. Son conocidas por contratistas y la policía las tolera. La mayoría viene de lugares lejanos. Rafael Salinas se levantó a las cuatro y media de la mañana. Es de Agualeguas y vive temporalmente en Guadalupe con unos familiares: Ayer me contrataron por una semana. Me la van a pagan a mil 200. Nos juntamos aquí todas las mañanas. Ya nos conocemos, incluso nos vamos haciendo amigos.
Hay grupos de otros estados de la República como Zacatecas, San Luis Potosí o estado de México. No todos quieren hablar, se muestran recelosos y prefieren no comentar las malas condiciones en las que laboran: Trabajo es trabajo, no importa. Lo necesitamos para comer, dice uno de ellos de manera determinante.
El trasiego de trabajadores dura alrededor de una hora. La mayoría labora de 8 de la mañana a 5 de la tarde. Las esquinas van quedando desiertas poco a poco y recobran su cotidiana actividad. Los que no tuvieron la suerte de ser contratados regresan cabizbajos. Mañana será otro día.
Explotación extrema
El sistema de trabajo por día es común en Estados Unidos, donde los llamados day laborers son inmigrantes indocumentados de cuya vulnerabilidad se aprovechan los empleadores estadunidenses, una modalidad que en México está ganando terreno ante el alarmante desempleo que en 2012 puede situarse en 6 por ciento, según estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo, la cual advierte del daño laboral por la gran desigualdad en el acceso al empleo, la amplia brecha en las remuneraciones obtenidas por género, edad y etnicidad; y por la existencia de un sector informal.
Los contratos por día son un esquema utilizado hace muchos años en Estados Unidos, algo que empieza a ser cada vez más común. Es un retroceso para el sistema laboral mexicano, implica explotación extrema, dice el abogado Mario Amaya Chávez, especializado en materia de trabajo desde hace 30 años.
Comenta que la desesperación del desempleado le orilla a tomar cualquier empleo, aunque implique un daño a su salud: El trabajador necesita descansar uno o dos días. La explotación es tan extrema que el mismo hombre tiene que reponerse. Si trabaja en un esquema de días a la larga va a rendir menos, su perspectiva de vida va a bajar, es obvio. Es un abuso extremo de la fuerza laboral, va en detrimento de la naturaleza humana, merman su vida productiva. Se los acaban en muy poco tiempo.
Lo alarmante, dice, es que ya hay empresas que están utilizando este esquema: “argumentan que la jornada de 48 horas es insostenible y no quieren pagar la mitad del sábado y el domingo descansados, a pesar de que es un derecho ganado. Dicen: ‘te voy a pagar por dos o tres días, por 24 horas’. Estos empresarios consideran que los trabajadores tienen derecho sólo a lo que producen. Puedo confirmar que hay firmas operando bajo este esquema, algo que viola la Ley Federal del Trabajo, aunque los empresarios lo maquillan”.
Esta nueva corriente económica, señala, tiene el respaldo de una parte del sector empresarial y advierte sobre el proyecto de reforma de la Ley Federal del Trabajo impulsado por el Partido Acción Nacional, el cual pretende incluir la modalidad de contrato por día o por horas.
Ante estos hechos, Amaya Chávez llama a las agrupaciones y sindicatos a actuar para defender los derechos adquiridos. A la precariedad laboral se une al rezago en las percepciones. La Organización Internacional del Trabajo advirtió que 4 por ciento de aumento a los salarios mínimos en 2012 en México significa 10 veces menos que el incremento promedio en América Latina.
Son las ocho de la mañana y don Gregorio Saldaña sigue sentado en la jardinera. Sonríe discretamente ante la pregunta si hoy va a trabajar: Dijeron que pasaban a las siete y media, pero seguro ya no tardan. Es la incertidumbre, la incertidumbre de cada día. No sabemos si hoy tendremos para los frijoles.

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