martes, 30 de agosto de 2011

Los dos Monterrey


Narcoviolencia
En la capital neoleonesa realizan cadena por la paz y la justicia
Es hora de despertar del letargo
La burbuja de San Pedro Garza García, Nuevo León, con una corta cadena por la paz. Foto: Sanjuana Martínez 
Sanjuana Martínez
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Lunes 29 de agosto de 2011, p. 3
Es hora de despertar del letargo en el que estamos. Somos más los buenos que los malos. ¡Únete! Es por la paz y por las familias que están sufriendo, grita Jorge para animar a la gente a formar una cadena por la paz en la calzada Del Valle de Monterrey, Nuevo León.
Sin embargo, en el próspero municipio de San Pedro Garza García la gente vive en una burbuja y la respuesta a esa cadena por la paz es escasa. Apenas 100 personas han atendido el llamado, entre la multitud que durante la mañana acude a la zona cerrada al tráfico para trotar, hacer yoga, andar en bicicleta o escuchar Las cuatro estaciones, de Vivaldi, interpretadas por el grupo de niños estudiantes de violín.
Hace un día espléndido, soleado, y una equilibrista vestida de rojo cae de un puente peatonal, mientras los perros, los niños y sus padres se pasean alegremente por los jardines bien cuidados. Es el otro Monterrey, el de la riqueza y el bienestar:Sigamos unidos. Estamos de pie; hay 100 millones de mexicanos de pie pidiendo paz y queremos recordar a las víctimas de la violencia, insiste Jorge mientras entrega gises para que la gente dibuje corazones y símbolos de amor y paz en el asfalto.
Ayer fui a dos funerales. Hoy iré al tercero. Es terrible lo que nos ha pasado. Necesitamos que la gente se una, dice visiblemente emocionada Claudia Ibarra, montada en patines, mientras escribe en un corazón la leyenda: Amo la paz.
La pequeña cadena por la paz pretendía ser una gran cadena humana y empezar en la rotonda de Los Tubos, en Gomez Morín, siguiendo por calzada Del Valle, hasta la rotonda de la calzada San Pedro, pero no se pudo. No hubo respuesta. La gente siguió caminando felizmente ajena a la tragedia del casino Royale.
Sí, es verdad, esto es una burbuja porque rehusamos darnos por vencidos y ceder a la violencia. La vida sigue. Estamos luchando por darles a nuestros ciudadanos la mejor calidad de vida, reconoce la arquitecta María del Carmen Elosúa González, directora del Instituto Municipal de Planeación Urbana, que dirige el programa de los domingos San Pedro de pinta, organizador del evento por la paz.
Necesitamos orar por la paz, cada uno con su religión, grita Jorge micrófono en mano. La respuesta fue la misma. En las iglesias de Monterrey y su área metropolitana las misas estuvieron dedicadas a las víctimas del ataque al casino Royale, donde murieron 52 personas, según anunció el cardenal Francisco Robles Ortega, quien instó a los sacerdotes a orar por el eterno descanso de las personas que perdieron la vida en el acontecimiento suscitado en esa casa de apuestas.
En la catedral, el padre Guadalupe insiste, en la misa dedicada a los niños, en que todos deben hacer posible la paz.
Enfrente, la Macroplaza se prepara a recibir cientos de personas no solamente pidiendo y orando por la paz, sino exigiendo un cambio de rumbo en la política de seguridad de Felipe Calderón: “Ahora nos mandan 3 mil soldados y policías federales, pero no nos sentimos más seguros con ellos; al contrario, está comprobado que la militarización genera más violencia. El enfoque de este gobierno es el mismo, a pesar de los errores cometidos en esta guerra: ‘te vamos a dar más de lo mismo, más militarización’. Esta ciudad está militarizada desde hace dos años. ¿Qué les hace pensar que enviando más soldados van a mejorar la seguridad? Eso no sirve absolutamente para nada”, comenta el activista David Pulido, del colectivo ciudadano Pueblo Bicicletero, quien afirma que en Nuevo León no hay gobernador desde que Rodrigo Medina asumió el poder.
La protesta se convirtió en un referendo sobre el desempeño del actual gobernador. Las pancartas exigían su renuncia. Los gritos de fuera Medinaacallaban otras voces que clamaban por la renuncia de Felipe Calderón.
Obviamente aquí hay un sector grande de panistas. La imagen de los manifestantes es de clase media, clase media alta: es gente con un nivel de politización muy bajo. Para la gran mayoría ésta debe ser la primera vez que salen a manifestarse. Ahora la miseria y la delincuencia, que siempre existió y poco les importó, les pasó por enfrente de su casa; salen con unos tintes de intolerancia, retrógrados y en favor de la militarización, en favor de ceder libertad con un tufo de conservadurismo, señala la académica Lilia Palacios, de la Facultad de Filosofía de la Universidad Autónoma de Nuevo León.
Los manifestantes golpeaban la puerta del palacio de gobierno, exigían unbasta ya a la violencia, pero Consuelo Morales, directora de Ciudadanos en Apoyo a los Derechos Humanos, advirtió que la solución no es mandar más militares y policías federales: Traer más fuerzas federales implica más desapariciones forzadas, más tortura, más violaciones a los derechos humanos. Me parece lamentable que un hecho tan grave, enmarcado en una violencia creciente, se circunscriba solamente en la renuncia de Rodrigo Medina, cuando esto se da en una escalada de violencia por la estrategia de Felipe Calderón.
El ánimo de los manifestantes fue subiendo de tono conforme iban llegando cientos de personas. Un señor que llevaba una pancarta exigiendo la renuncia de Felipe Calderón fue golpeado. José Luis García Krauss, presidente de Propuesta Cívica, criticó las muestras de intolerancia: Los querían matar por pedir la renuncia de Calderón. Es evidente la presencia de grupos más ligados al panismo.

domingo, 28 de agosto de 2011

Ultimo adiós


Violencia en Monterrey
Al duelo por los muertos se suma la inquietud de empleados del Royale
No habrá justicia, ¿a quién exigimos algo? Ni siquiera conocíamos a los dueños

Foto




Familiares y amigos acudieron al sepelio de María Guadalupe Monsiváis –empleada del casino Royale víctima del atentado– en el panteón de Santa Catarina, Nuevo LeónFoto Víctor Camacho
Sanjuana Martínez
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 28 de agosto de 2011, p. 3
Las cinco decidieron ir juntas a despedirse de ella. Eran inseparables. Estudiaron en el Instituto Fleming de Monterrey y querían darle el último adiós a su amiga María Guadalupe Monsiváis Estrada. Se abrazan en círculo, lloran, se consuelan. Karen coloca una foto de las seis en el ataúd y dice con voz entrecortada y temblorosa: Somos amigas. Las seis siempre seremos amigas. Te vamos a llevar con nosotras en el corazón.
María Guadalupe tenía 24 años. Trabajaba en el casino Royale. Minutos después del ataque alcanzó a mandar un mensaje de texto a su madre: Estoy bien. No te preocupes. Aurelia Monsiváis esperó a su hija en casa durante horas, pero antes de la medianoche decidió ir al lugar del siniestro para buscarla. Allí le dieron la triste noticia. Fue de las primeras víctimas en ser identificadas. Ahora Aurelia Monsiváis está sentada en la capilla de Protecto Deco de la calle Villagrán, en el centro. No habla, tiene la mirada perdida, el alma destrozada.
Virginia Charles, su vecina en Santa Catarina, conoció a María Guadalupe desde niña. Afirma que llevaba un año y medio en el casino, donde una de sus labores consistía en dar la bienvenida a los clientes: Le gustaba mucho su trabajo. Andaba de tarde. Le tocó.
Ana Karen Galarza asiente con la cabeza. Es una de las seis. Se limpia las lágrimas: Era muy alegre. La más generosa de todas. Trabajábamos en una guardería, pero como nos pagaban sólo mil 500 pesos a la quincena, buscó trabajo en el casino para ganar un poco más. Todavía no puedo entender lo que paso.
Tampoco lo entiende Rodolfo Ortiz, amigo de María Guadalupe. Era uno de los encargados de la seguridad en el casino hace tres meses, pero renunció: “Hay una puerta que le llamamos la ‘puerta norte’, que estaba abierta las 24 horas, pero no sé por qué no permitieron a la gente salir por allí. También podían haber salido por la puerta de personal, que está a cinco metros de los baños, o por la puerta principal. Fue falta de coordinación de la gente de seguridad. Eso fue”.
Comenta que desde que estaba laborando allí, las puertas de emergencia fueron cerradas para no permitirle el acceso a la gente malaFue una trampa mortal. Los guardias tenían también la ubicación exacta de los extinguidores. No sé por qué no los utilizaron.
Cuenta que hace unos meses el mismo casino sufrió un ataque armado: Yo estaba allí, pero en esa ocasión los malos no pasaron. Se quedaron afuera. El ataque no pasó a mayores.
Jessica Martínez también recuerda el incidente. Esta vez, tener el turno de noche le salvó la vida. Tiene 18 años, usa pantalón de mezclilla entubado y camiseta blanca. Lleva el cabello largo y frenos para alinear los dientes. Camina por la acera para abordar el autobús que les llevará al cementerio de Santa Catarina: De buenas no me tocó, pero me siento muy mal porque muchos compañeros murieron. Nos pagaban 2 mil 900 a la quincena. Ahora no sabemos qué va a pasar con nosotros, si nos van a indemnizar o qué. Ni siquiera habrá justicia. No van a hacer nada. Ya no les creo. Lo hecho, hecho está, ni modo. ¿A quién le exigimos algo? Ni siquiera sabíamos quiénes eran los dueños.
¿Quiénes son los dueños? Nadie ofrece con certeza todos sus nombres. Como socios de la empresa Atracciones y Emociones Vallarta participan Cymsa Corporation y Entertainment Enterprise, cuyos dueños son Raúl y Jorge Alberto Rocha Cantú, respectivamente. El representante legal de ambos, Juan Gómez, compareció ante los medios para intentar deslindar de responsabilidades a sus clientes. Desmintió a las autoridades locales, asegurando que el casino cuenta con todos los permisos necesarios para operar desde 2003. El primer dueño fue Rodrigo Aguirre Vizzuett. Y el último consejo directivo que se conoció lo formaban Rodrigo Madero Covarrubias, José Francisco Madero Dávila y Ramón Agustín Madero Dávila, primos del ex alcalde panista de Monterrey Adalberto Madero.
Organizaciones civiles han convocado a realizar este domingo manifestaciones en Monterrey, Guadalajara y Distrito Federal en protesta por el ataque al casino Royale, donde murieron 52 personas.

sábado, 27 de agosto de 2011

El duelo


Violencia en Monterrey

"Los asesinos sabían que iba a estar lleno"
Familiares de las víctimas fuera del anfiteatro del Hospital Universitario. Foto: Sanjuana Martínez
Sanjuana Martínez
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Sábado 27 de agosto de 2011, p. 3
El olor a muerte penetra la nariz. Martín Alonso Moreno, agente de averiguaciones previas de la Procuraduría General de Justicia de Nuevo León, trae expedientes en la mano con una foto de cada cadáver. Los familiares se amontonan a su alrededor. Han empezado a llegar desde la madrugada y permanecen afuera del anfiteatro del Hospital Universitario. Los estamos identificando. Todo sirve, ropa, tatuaje, lunares. Necesitamos que empiecen a ver quiénes son sus familiares. Tenemos también video, y si alguien quiere pasar, puede ver los cuerpos.
A Blanca de la Peña Guerra se le humedecen los ojos. No quiere ni ver las fotografías, pero sabe que su hermana Sonia puede estar entre las víctimas. Anoche sólo encontraron su coche en el estacionamiento del casino Royale. Tal vez salió corriendo y está viva. Dios quiera. Estamos desesperados, expresa mientras una de sus cuatro hermanas la anima a seguir la identificación.
A un lado de ellas hay dos carrozas. Los vendedores de cuatro empresas funerarias las abordan. Juanita Chávez, de las capillas Valle de la Paz, ofrece el servicio a 11 mil 300 pesos. Afirma que se encontró con la sorpresa de ver a varias de sus amigas del bingo en la lista de fallecidas. Todos los mediodías utilizaba su hora de comida para jugar en el casino Royale. “La mayoría de la gente iba a esa hora para distraerse un rato. Era un lugar de diversión. En Monterrey ya no podemos ir a ningún lado: ni a los restaurantes, ni a caminar a la plaza. Tampoco podemos salir en la noche. Los asesinos fueron a las 3:30 porque sabían que iba a estar lleno. Ese día me equivoqué de retorno cuando iba en mi coche y una amiga me alertó: ‘No vayas. Está la humareda’. Toda la noche me la pasé llorando. Eran trabajadoras de allí; las que te depositaban el dinero en las tarjetas. Coincidía con ellas todos los días”.
Dos sicólogas del Instituto de las Mujeres intentan proporcionar ayuda. La mayoría de los fallecidos eran del sexo femenino. Fueron identificadas 35, entre ellas Clara María Espinosa Vega, de 19 años. Tenía dos días trabajando en el casino como runner. Su madre, Guadalupe Vega Medellín, se había opuesto a que laborara en ese lugar. Sólo Dios sabe por qué hace las cosas, dice con la mirada perdida. Agrega que espera la orden de salida del cuerpo. El día del ataque estaba viendo la televisión cuando interrumpieron el programa para dar la noticia.Inmediatamente le hablé por teléfono a su celular y contestó otra persona. Eso ya no me gustó. Desde allí supe que había pasado algo. Me fui afuera del casino. No nos dieron información. A la una de la mañana me enseñaron las fotos y luego luego la saqué. Comparada con otros, mi hija estaba bien. Hay gente muy quemadita.
Guadalupe guarda silencio un rato. Se limpia las lágrimas y sigue hablando:Cuando vi su rostro me di cuenta que no sufrió. Fue más que nada la intoxicación. Le doy gracias a Dios. Sólo se desvaneció. Y ya. En ese momento llega su hermano. Lo abraza y entre sollozos le dice: Es un castigo divino. Él la consuela: De castigo, nada. El castigo es para esos hijos de la chingada que van a pagar lo que hicieron. La van a pagar.
La gente a su lado espera sentada para hacerse las pruebas de ADN. Hay nueve cuerpos totalmente calcinados y los familiares tendrán que esperar tres días para cruzar los datos.
Se la hizo (la prueba) mi sobrina. Mi cuñada no aparece, ni está en la lista de fallecidos, señala un hombre mientras consuela a su esposa.
Ofrenda y luto
La zona del casino Royale continuó cerrada. Con un fuerte dispositivo de seguridad, Felipe Calderón llegó acompañado por su esposa Margarita Zavala y el gobernador de Nuevo León, Rodrigo Medina. Los familiares de las víctimas no pudieron acceder al lugar.
El Ejecutivo sólo estuvo con la comitiva oficial alrededor de cinco minutos y se fue, luego de guardar un minuto de silencio en homenaje a las víctimas.
Raúl Carlos Cavazos viste camisa y pantalón negro. Usa lentes de sol para ocultar las lágrimas que le corren por las mejillas. Su madre, Aída Cavazos, de 62 años, perdió la vida en el casino. Felipe Calderón se está equivocando con esta guerra. Las víctimas no podemos presumir que esta lucha sea por nosotros, es por México, pero se está equivocando al permitir que los gobernadores sigan en la corruptela. Estuve en su campaña, tengo 19 años en el PAN y le pido que escuche: necesita construir una patria generosa, necesita no dejar en manos de otros nuestro destino, asevera.
Cuenta que su mamá era asidua a los casinos. Ella iba a distintos establecimientos a divertirse. No hay nada que hacer. El gobierno no nos da alternativas de sano esparcimiento. No hay cultura. La gente mayor se aburre en la casa y no encuentra que hacer.
Encontraron a Aída Cavazos junto a una decena de mujeres: Estaba con sus amigas. Huyeron al baño. Se intentaron refugiar allí. Habían sufrido incidentes parecidos en otros casinos y se escondían en el baño. Creyeron que allí estarían a salvo.
Se indigna. Desde lo más profundo surge un sollozo prolongado, desgarrador. Y continúa hablando: Se me entrecorta la voz porque mi madre era una persona trabajadora, incansable, entusiasta. Este es un hecho terrorista. Habla de que no tenemos un estado de derecho. Hay impunidad. Lo que más duele y lo que más nos trastorna es que los gobiernos están en manos de gente irresponsable. Estamos solos. Estamos muy tristes, desconsolados, destrozados. No lo siento sólo por mi madre, sino por los miles de mexicanos que están sufriendo. No nos van a asustar. Aquí vivimos, no nos podemos ir. Este México no es de ellos. No nos lo van a quitar.
Raúl identificó el cadáver de su madre junto a otros familiares. El agente Martín Alonso Moreno intenta apoyarlos en el trance de reconocer a las víctimas:Es muy difícil. Me ha tocado atender a gente conocida, vecinos, amigos. Ni modo. Hay que hacer el trabajo.


viernes, 26 de agosto de 2011

Tiros y estampida

Narcoviolencia
Los dejaron morir allí, dice desolada una de las sobrevivientes del Royale
"Ya no puedo, mi reina; no puedo respirar"


                  Los bomberos derribaron una pared. Foto: Sanjuana Martínez
Sanjuana Martínez


Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Viernes 26 de agosto de 2011, p. 3
Los dejaron morir allí, dice Patricia Sáenz llorando. Está sentada en la acera, a escasos metros del casino Royale de Monterrey. Ella pudo salvarse; su esposo, Eduardo Martínez Cavazos, quién sabe. Ambos jugaban en las maquinitas cuando escucharon los gritos: Ahora si cabrones, ya se los llevó la chingada a todos. Tiros y estampida: “Empezamos a correr. Íbamos agarrados de la mano, pero se me soltó –dice sin poder contener el llanto–; luego pude comunicarme con él por teléfono y me dijo: ‘Ya no puedo, mi reina; ya no puedo respirar’”.
Un hombre a su lado la interrumpe: Echaron gasolina y luego empezaron a disparar para que prendiera. Otra mujer grita desesperada: Mi mamá, mi mamá está dentro. Se acerca a los policías y les pide una lista de muertos y heridos. Silencio como respuesta.
Han pasado tres horas desde que un comando armado atacó el casino alrededor de las tres y media de la tarde. Los helicópteros sobrevuelan el lugar, el olor a quemado inunda la zona de Fleteros y San Jerónimo. Las columnas de humo aparecen desde lo lejos. Todo quedó acordonado: desde calzada San Pedro hasta Gonzalitos. Hay decenas de patrullas, vehículos del Ejército, camionetas de policía, ambulancias, camiones de bomberos...
Yo les gritaba: sáquenlos. Mi esposo se está asfixiando y me dice que le falta aire, añade Patricia. Su hermana asegura que los policías estaban afuera sin hacer nada, que no actuaron a tiempo, que la tragedia pudo haberse evitado, que no servía la salida de emergencia. Patricia se repone y continúa: “A mí me sacaron por la azotea. Había mucha gente, más de 200 personas. Fue una estampida. Todo mundo corriendo para atrás. No nos dejaron salir por delante. Los pistoleros se repartieron. De repente escuchamos gritos desde el segundo piso ‘acá también hay’, por eso nos subieron al otro edificio. Unos aplastábamos a otros. Nos quedamos sin zapatos. Había gente ensangrentada”.
Nos salvamos de milagro
Víctor, de 30 años, estaba jugando cuando los encapuchados entraron: Estuvo muy feo. Los vi cuando entraron con armas largas, eran muchos, todos encapuchados. No sé si traían uniforme. El susto no me permitió seguir mirando. Se empezaron a escuchar explosiones, luego balazos. Corrimos y nos subimos por la azotea y nos ayudaron a pasar al estacionamiento de Caracol. Y salimos por este lado. Había como 300 personas.
En el casino los bomberos han controlado el incendio. Hicieron un boquete por la pared y aún están sacando cadáveres y heridos. Primero eran 12, luego 20, después dijeron 28 y finalmente confirmaron: 40 muertos. Hay escombros y cadáveres abajo, como 25 o 30. Sacamos a una viva, dice un policía que se acerca para dar información.
El ambiente en el área es de angustia. Hay llantos de mujeres, una se desmaya. Un hombre de 60 años, quien prefiere no dar su nombre, dice sin dejar de fumar:No hay palabras para describir lo que sucedió. Es una canallada. Mucha gente inocente. Y remata: Jamás volveré a un casino.
Entre la confusión un señor intenta recuperar su camioneta estacionada en el edificio del casino. Hay una caja llena de llaves de los vehículos: La policía me ha dicho que no me la puedo llevar porque hubo detonaciones o granadas. Que se la van a llevar. Su hijo de 18 años, visiblemente angustiado, añade: Fue inexplicable. Horrible. Me asusté mucho. La verdad ni me di cuenta de nada. Me agarró mi papá y empezamos a correr. Nos salvamos de milagro.
Negocios ilegales
En años recientes se han registrado varios ataques a casinos, negocios presuntamente relacionados con la delincuencia organizada. Monterrey es conocida como Las Vegas de México con más de 50 casas de apuestas; la mayoría opera sin los debidos permisos estatales ni municipales. La proliferación de estos negocios se da con opacidad y tráfico de influencias en la venta de permisos federales por millones de dólares.
El auge de casinos contrasta con la falta de afiliados ante la Concanaco, que no tiene ningún registro con este giro, precisamente por las lagunas legales en su operación, ya que los permisos los proporciona la autoridad federal, mientras los estados y los municipios sostienen largas batallas para cerrarlos.
Desde el inicio de la administración del alcalde de Monterrey Fernando Larrazabal, se han instalado en la ciudad nueve casinos, todos ilegales, según informó. El aumento de la inseguridad ha provocado más de mil 200 muertos en el estado en lo que va del año y los casinos parecen estar ligados a la delincuencia organizada que anteriormente ha perpetrado varios atentados.
Entre los beneficiados de la última remesa de casinos autorizada por Santiago Creel Miranda como secretario de Gobernación, están Emilio Azcárraga, Olegario Vázquez Raña, José María Guardia, Arturo Rojas Carmona, Jesús Héctor Gutiérrez Cortés, Juan Eduardo Mounetou Pérez, Carlos Enrique Abraham Mafud, Raúl Santiago Fernández, Pablo Cortina de la Fuente, Fausto Zerón Medina y Greg Sánchez.
Generalmente los casinos no figuran con los nombres de los propietarios, sino con una razón social o sociedad anónima, lo que propicia mayor opacidad y facilita el lavado de dinero procedente del narcotráfico. Según el Estudio Binacional de Bienes Ilícitos México-Estados Unidos en nuestro país son introducidos al año para su blanqueo entre 19 mil y 29 mil millones de dólares producto de la venta de drogas.
Los problemas de ludopatía se han disparado en Monterrey sin que hasta el momento las autoridades sanitarias implementen programas efectivos para atender a los adictos al juego.

domingo, 21 de agosto de 2011

Sangre y muerte

La multitud errante
Migrantes, el gran botín
Los Zetas cazan sin disimulo a los indocumentados centroamericanos
La connivencia entre autoridades de Coahuila y los delincuentes se hace evidente
La indiferencia federal, un aliciente que invita al delito, denuncian
                         Centroamericanos en busca de una nueva patria. Foto: Sanjuana Martínez
Sanjuana Martínez
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 21 de agosto de 2011, p. 2
Saltillo, Coahuila, 20 de agosto. Rapaces, Los Zetas esperan como buitres la salida de los migrantes centroamericanos para secuestrarlos. Están de cacería, colocados sin disimulo a pocos metros de la entrada de la Posada Belén, un refugio rodeado de halcones a sueldo que informan puntualmente los movimientos de las posibles víctimas. Cada migrante vale de 2 mil a 4 mil dólares. Son presas indefensas, sin protección, ni documentos; son el botín de delincuentes y autoridades: “Estamos en territorio muerte, territorio zeta”, dice de entrada el sacerdote jesuita Pedro Pantoja Arreola, fundador de la Casa del Migrante.
De nada sirvieron las órdenes reiteradas de medidas cautelares, los llamados del Alto Comisionado de la ONU o la Comisión Interamericana de Derechos Humanos; tampoco las denuncias de la CNDH o la nueva Ley de Migración; mucho menos la propaganda oficial de Lupe Esparza y el grupo Bronco. Nada se ha cumplido. El hostigamiento, las amenazas, los ataques y la persecución contra los migrantes y quienes les apoyan continúan.
Peor aún, la connivencia entre delincuentes, policías y el gobierno del priísta Jorge Torres López es cada vez más evidente. Y la indiferencia de las autoridades federales, un aliciente que invita al delito: Hay cosas sospechosas. Todo mundo sabe. Hay una complicidad en este régimen de Estado; la hay, si no cómo puede funcionar el crimen organizado. Nadie dice nada, pero el mensaje es claro: hagan lo que hagan, nosotros vamos a seguir abasteciéndonos de migrantes, comenta el padre Pedro, quien lleva 20 años trabajando con los viajeros.
Y remata: Aquí el crimen organizado circula con licencia. Vivimos en un clima de miedo. Tenemos mucho miedo por los voluntarios. Ya no sabemos cómo cuidarlos. Y los migrantes siguen igual de invisibles y desprotegidos. Hay una situación de sangre y muerte.
Sobrevivir en el intento
Belén, Posada del Migrante está ubicada en la colonia Landín, un barrio popular del sur de Saltillo, que a diferencia de otros, aceptó hace 12 años la llegada del padre Pedro y los migrantes: En Coahuila había un clima muy duro de criminalización. Nos echaban a la policía todas las noches. Ibamos cambiando de casas de renta, hasta que el obispo Raúl Vera nos concede la casa Belén, una bodega de Cáritas. Había un colchón y unas cuantas cazuelas, pero eso sí, con unas señoras voluntarias muy valientes: Las señoras de la Misericordia, que nunca se rajaron y que aún siguen, son bien fieles, afirma el sacerdote.
Por aquí han pasado más de 50 mil migrantes. A la entrada, una pintura muestra a un guardia fronterizo y la fila de hombres detenidos con las manos en la cabeza, que incluye a Jesucristo. En el patio, un grupo de muchachos juega al futbol, otro más se entretiene con una partida de damas; el resto hace ejercicio, ayuda en la cocina, limpia las habitaciones o descansa. La Migra, una perra muy querida por todos, se pasea con parsimonia. Las historias se repiten. La mayoría ha intentado pasar varias veces a Estados Unidos. Y casi todos han vivido una situación traumática a consecuencia de la narcoviolencia. En México han padecido racismo y criminalización.
Carlos Alberto Romero Avilés tiene 18 años, está sentado intentando quitar el esmalte plateado nacarado de sus uñas pintadas a trompicones. Además de salvadoreño y pobre tiene un elemento más que duplica su vulnerabilidad: es transexual. Es su segundo intento de pasar a Estados Unidos. La vez anterior que lo detuvieron los agentes de migración le cortaron las uñas: “Rasguñé. Uno me insultó y le enterré las uñas. Había un zeta infiltrado que me mandó a quitarle el pisto (dinero) a otro. Y como me negué me mando golpear y me defendí”, dice soltando una sonora carcajada.
Usa pesqueros ajustados, lleva el cabello recogido y una camiseta de manga corta. Duerme con dos mujeres. El resto de los 100 migrantes que habitan hoy la casa son hombres. Los pasados dos meses ha viajando en tren. Desde Palenque hasta Piedras Negras hizo 20 días: “La primera vez que me vine secuestraron a una muchacha de mi grupo. Eran Los Zetas y fue en Tierra Blanca”.
A pesar de eso, se arriesgó nuevamente: “Tengo tres opciones: que me secuestren, que me maten o tener una vida mejor. Prefiero arriesgarme a esconderme toda la vida de las pandillas. Aquí tengo un futuro, en El Salvador era comprar la caja y que me enterraran. La Mara me andaba cortito”.
Carlos prefiere que le llamen Carla. Vivió desde niño en la calle, se crió con un abuelo y un tío que siempre lo golpearon y lo echaron de casa a los 11 años. Se fue a vivir a las puertas de una panadería, donde finalmente laboró como ayudante.La Mara le exigía la renta de 50 dólares a la semana por dejarlo trabajar. No ganaba más que para el bocado del día, dice. Cuando dejo de pagar, lo querían matar. Y huyó. Ahora su meta es radicar en Houston, Texas: Lo primero que quiero hacer es trabajar y ayudar a mis hermanos; la pequeña tiene diez años y se quedó con una vecina. El otro anda trabajando en un circo huyendo también de las pandillas. No tengo papá. No lo conocí. Mi mamá vive en Estados Unidos y le hablé. Me dijo que quién me había dado su teléfono, que me olvidara de ella.
Sus planes son quedarse un tiempo en Saltillo, conseguir un trabajo, ahorrar y partir. Desea salir de la Casa del Migrante, pero sabe que el peligro acecha en el exterior: Mi sueño es llegar a Estados Unidos y comprar una casa. Nunca he tenido una.


     Migrantes descansan en la Posada Belén de Saltillo, Coahuila. Foto: Sanjuana Martínez 

Patria compartida
Desde el huracán Mitch, ocurrido en 1998, el éxodo de centroamericanos huyendo de la miseria aumentó, especialmente de Guatemala y Honduras. El padre Pedro sabe que es imposible ponerle puertas al hambre y los recibe con infinita compasión. Está convencido que esos huéspedes trabajarán en el vecino país y alguna vez volverán a reconstruir su tierra, siempre y cuando logren cruzar México: Aquí la violencia sigue dura. Siguen secuestrando migrantes, sigue la criminalización, sigue el desgaste de discutir con las autoridades sobre nuestra necesidad de medidas cautelares.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos ordenó medidas cautelares que nunca se han cumplido. La policía que debía estar 24 horas afuera del albergue brilla por su ausencia y el gobierno ni siquiera ha cumplido con la exigencia de colocar cámaras de vigilancia alrededor del inmueble.
Lo que sí es constante es el acecho de los criminales. Las camionetas merodeando para espiar a los migrantes: Están esperando. Hay infiltrados en la casa para saber cuántos van a salir, a qué hora de la madrugada se van a ir. Tienen todo controlado. Vivimos en una tensión muy fuerte.
El más reciente ataque se dio hace unas semanas. Un voluntario alemán salió con unos migrantes a comprar cosas al súper. Al salir de la tienda fueron encañonados. Los querían secuestrar, pero en un descuido de los delincuentes pudieron escapar corriendo hasta la casa donde también amagaron a otros muchachos. La respuesta de la embajada alemana fue pedirle a sus connacionales salir inmediatamente de México: Qué curioso que en ese momento las patrullas de las medidas cautelares que se suponía debían estar aquí, no estaban. Perdimos esos voluntarios, también otras gentes solidarias se alejaron de la casa. Hay un clima de miedo. Lo denunciamos, pero el fiscal nos dice que por qué no les tomamos foto a los delincuentes con el celular. ¿Cómo ve?
El padre Pedro dice que el territorio muerte contra el migrante está por todo el noreste. Empieza en Zacatecas, San Luis Potosí, Nuevo León, Tamaulipas y por supuesto Coahuila: Aquí hay un crimen empresarial. Son sumamente fuertes, son empresarios, son ganaderos, son comerciantes, manejan parte de los bancos, ellos manejan la policía, tienen infiltrados todos los gobiernos. Están en todos los niveles de poder. Amparan campañas políticas y respaldan a diputados. El migrante se sigue viendo como una mercancía.
Coahuila es para los migrantes la última parada en territorio mexicano, es la antesala al desierto que habrán de cruzar rumbo al sueño americano. Cada día se bajan del tren hasta 120 migrantes centroamericanos. El padre Pedro sufre para conseguir comida, para pagar las facturas de los servicios públicos. La casa vive únicamente de las donaciones. A diferencia de otros albergues en el país, aquí el gobernador Jorge Torres no los apoya en nada. Es una vergüenza, dice.
La vida de este sacerdote formado en la teología de la liberación está ligada a la defensa de los grupos más vulnerables. Empezó en 1965 reivin- dicando los derechos laborales de los campesinos migrantes en California, luego se fue a la región carbonífera, donde ofreció su apoyo a los 20 mil trabajadores despedidos de Altos Hornos después de la privatización realizada por el ex presidente Carlos Salinas de Gortari. En seguida respaldó la huelga de los obreros de Cinsa y Cifunsa, algo que disgustó al Vaticano, que en represalia lo envió a la fronteriza Ciudad Acuña, donde inició su trabajo con migrantes.
Los asesinatos de migrantes empezaron en 2005.
En los 20 años anteriores ha visto de todo. Desde las atrocidades cometidas contra los migrantes que resultan amputados cuando son lanzados del tren por los guardias, hasta la actual tortura y salvajismo. Los testimonios son estremecedores.
Hace poco un migrante le contó que en Tenosique, Tabasco, fue secuestrado con otro compatriota que se negó a dar el teléfono de sus familiares. Los delincuentes lo destazaron vivo a machetazos y luego utilizaron los pedazos para hacer la comida de otros secuestrados y para alimentar a los cocodrilos que tenían en un foso: Tenemos testimonios de muchachos que fueron secuestrados en Zacatecas y les ofrecieron convertirse en sicarios. Esa es otra modalidad. Los amenazan de muerte y los ponen a trabajar de sicarios.
Para el padre Pedro está claro que la nueva Ley de Migración es unasimulación aparatosa sin efectividad: No podemos confiar en la proclamación de la ley con estos diputados, senadores y las actuales estructuras de la Secretaría de Gobernación, el Instituto Nacional de Migración (INM) y los ministerios públicos. Dice que la visa transmigrante tiene condiciones que los centroamericanos no pueden cumplir porque no traen documentos de identidad y que el INM debería desaparecer: Sigue infiltrado. Tendría que haber una política migratoria diferente, radical a fondo. Lo demás son concesiones parciales, simuladoras y aparatosas. Se lavan la cara con nosotros. Estamos desesperados, indignados y totalmente decepcionados.
Los migrantes mientras tanto se entretienen en el patio de la casa ajenos por un momento al drama de la supervivencia. Algunos llevan dos o tres semanas esperando. José Rivera, de 22 años, es hondureño y ha intentado pasar cuatro veces a Estados Unidos. Esta vez, está convencido de lograrlo. Su mayor miedo es toparse “a la migra mexicana o a Los Zetas. Son lo mismo”.




domingo, 14 de agosto de 2011

Jovencitas secuestradas en la narcoguerra


Narcoviolencia
Se apoderan Los Zetas de Apodaca, NL; crece la trata de mujeres
En menos de dos años han sido levantadas más de 105 jovencitas, denuncian madres de víctimas
Señalan que son obligadas a prostituirse o vender drogas
La trata de mujeres ha quedado invisibilizada. Foto: Notimex


 Sanjuana Martínez/ Especial para La Jornada
Domingo 14 de agosto de 2011, p. 2
La desaparición de mujeres en Apodaca, Nuevo León, se fue convirtiendo poco a poco en un acontecimiento rutinario desde que Los Zetas se apoderaron de uno de los municipios con mayor crecimiento demográfico y marginación en la entidad. Algunas fueron secuestradas en la calle, elegidas al azar, por su apariencia; otras fueron sustraídas de sus casas a punta de pistola y amenazas; y el resto no volvió después de salir del trabajo, de una fiesta, de un antro... Todas tienen en común ser pobres, jóvenes y guapas.
Por las calles de las colonias Los Fresnos, Nuevo Amanecer y Jardínes de los Pinos las balaceras se fueron convirtiendo en algo cotidiano. Primero Los Zetasllegaron a vender droga. Luego el ayuntamiento abandonó las casetas de vigilancia. Finalmente el cobro de piso, los asesinatos y el robo indiscriminado transformaron la zona en foco rojo.
Los coches nuevos desguazados aparecen como algo normal entre calles donde se amontonan pequeñas casas de interés social. Las lujosas camionetas de reciente modelo hacen su rondín. El miércoles pasado un grupo de agentes ministeriales del grupo antisecuestros fue sacado a balazos. Pistoleros a bordo de varios taxis robados se encargaron de recordarles que ese territorio es un nido de zetas.

En una casa de la inmensa mancha habitacional de Nuevo Amanecer ha decidido reunirse por primera vez un grupo de padres de familia que desde hace meses están unidos por la desaparición de sus hijas. Todos admiten haber tenido desconfianza en acudir a la cita para hablar con La Jornada. Aceptan que algunas de sus hijas andaban en malas compañías, pero reconocen que no han presentado denuncia por la desconfianza que les inspiran las autoridades. “Los polizetas se burlan de nosotros cuando vamos a preguntar por ellas”, denuncia una de las madres, refiriéndose a los agentes de seguridad pública de Apodaca.
   Teodora mestra la foto de Azalea Magdiel Alonso Reyes, desaparecida. Foto:Sanjuana Martínez
Teodora Reyes Meza, de 53 años, reparte de entrada una oración con la foto de su hija. Azalea Magdiel Alonso Reyes, al igual que otras jovencitas, fue privada de su libertad. Hoy estaría cumpliendo 19 años... pido su apoyo para que elevemos una oración pidiendo por ella y las demás jovencitas; aunque no sabemos las condiciones en que se encuentren, pidamos al padre celestial por un milagro, por una señal, por saber algo de ellas, dice el texto.
Decenas de mujeres han desaparecido desde que comenzó la guerra contra elnarco. Los cárteles de la droga han diversificado su actividad criminal.
La Procuraduría de Justicia de Nuevo León no tiene estadísticas del delito de trata contra el género femenino, pero el estado está considerado centro neurálgico de distribución al resto de la República de mujeres para la explotación sexual, negocio que involucra a delincuentes, políticos, funcionarios, policías y empresarios.
Sólo en Apodaca, en menos de dos años hemos contado más de 105 jovencitas secuestradas, afirma Martha Alicia Quintanilla Ibarra, madre de Lizette Alicia Mireles, de 22 años, desaparecida el 2 de diciembre del año pasado al salir de su trabajo en un casino.
Martha Alicia Quintanilla, madre de Lizette Alicia Mireles. Foto: Sanjuana Martínez 
Sin rastro
Azalea es delgada, morena y con los ojos rasgados. Muy bonita. Su foto de 15 años está en la sala. Teodora da la bienvenida a los demás. Perdió la vista y sus enfermedades se acrecentaron desde que su hija desapareció, el 15 de febrero del año pasado. “Unos hombres vinieron por ella. Primero le hablaron por teléfono, luego uno se bajó del carro y tocó la puerta bien fuerte, gritando. Ella nomás dijo: ‘Mami, al rato vengo’”.
Por ninguna de las jovencitas desaparecidas pidieron rescate. Algunas hablaron con sus padres después de ser secuestradas para pedir que no las buscaran ni interpusieran denuncia. Diez de ellas eran amigas o conocidas, y fueron secuestradas en una semana.
Cecilia Torres con la foto de Cecilia Abigail Chávez Torres. Foto: Sanjuana Martínez
Al día siguiente del secuestro de Azalea, desapareció Cecilia Abigaíl Chávez Torres, de 18 años, embarazada de siete meses. “Una amiga, que yo creo ya tenían secuestrada, fue el gancho. Llamó a varias y las invitó a una fiesta. Y ya no volvieron. Mi hija me habló por teléfono como a los cuatro días de desaparecer y me dijo: ‘Mamá, no te preocupes, yo estoy bien’, y cortó. Jamás me volvió a llamar”, relata Cecilia Torres Morales, de 45 años.
Cuenta que su hija trabajaba de edecán en Transformadores Delta y seenredó con un jefe zeta.
“Es el papá del niño. Nunca lo conocí. Ella me contó que El Pelón no le dijo que era sicario. Se lo confesó cuando tenía cuatro meses de embarazo. Y yo le dije: ‘usted se metió en ese problema y a ver cómo lo arregla, pero aquí no me lo trae’. Tengo más hijos. Imagínese si yo lo hubiera recibido en mi casa: ya no estaríamos vivos. Cuando lo detuvieron lo vi en el periódico. Él sabe dónde está mi hija. Y quiero que me lo diga él o la Siedo. Lo tienen preso en la ciudad de México.”
Para Cecilia está claro que su hija es víctima de trata. La estadística del Departamento de Estado estadunidense afirma que anualmente en México más de 20 mil personas son secuestradas en relación con ese delito.
Las pueden traer en prostitución, entregando droga. Estas jovencitas son un negocio para ellos. Les van a dar mucho dinero. Está claro que tienen una red de muchachitas. Es la trata de blancas, apunta, y comenta que nunca denunció la desaparición de Cecilia Abigaíl por temor y por desconfianza a la policía. Son los mismos. ¿Para qué? Cuando Cecilia y Verónica desaparecieron también secuestraron a otras dos muchachas y lo supieron, pero no les interesa hacer nada.
María del Rosario Martínez con la voto de Veronica Casas Martínez. Foto: Sanjuana Martínez
La historia de Verónica Casas Martínez está marcada por la pobreza y la exclusión. Es una de los 7 millones de ninis que existen en el país, madre soltera de cuatro hijos.
Ya no busque a Verónica, no va a regresar, está muerta, le dijo un sujeto por teléfono a María del Rosario Martínez Medina, madre de Verónica, desaparecida el mismo día que Cecilia Abigaíl. Nomás supe que se fueron juntas y ya no volvieron. Era canijilla y a veces no venía hasta otro día, pero llegaba. Y esa vez ya no llegó. Verónica no trabajaba. Voy a serle franca, a mí no me gusta echar mentiras: se salían con amigos y me contaba que les vendaban los ojos para ir a los lugares donde las llevaban. En realidad, se juntaban con gente mala, para qué es más que la verdad, dice junto a su marido. Ambos se quedaron al cuidado de los cuatro nietos. Yo siento que ella está viva, que está bien, agrega.
Las elegidas
De acuerdo con el investigador de la Universidad Autónoma de Nuevo León Arun Kumar, autor del estudio Una nueva forma de esclavitud humana: El tráfico de mujeres en México, la entidad ocupa el sexto lugar en la incidencia de ese delito.
El documento revela que mensualmente entran y salen del estado de 300 a 400 mujeres para explotación sexual.
Algunas madres de las desaparecidas han recibido mensajes de gente que las ha visto trabajando en prostíbulos o bares en Monterrey, Camargo, Reynosa y Guadalajara. Las pueden traer de damas de compañía, señala Isabel Rivera, madre de Guadalupe Jazmín Torres Rivera, mientras mira la foto de 15 años de su hija, desaparecida el 15 de febrero del año pasado, un día antes del secuestro de Verónica y Cecilia Abigaíl.
Isabel Rivera bajo la foto de quince años de Guadalupe Jazmin Torres. Foto: Sanjuana Martínez
Madre soltera de una hija de tres años, Guadalupe era maestra de baile. Su madre cuenta que después de que la joven salió del trabajo en el DIF municipal “venía caminando por la calle, y Evelyn Johana,  la señaló desde una camioneta. Se bajó un muchacho pelón, cholo, con una pistola. (Se la llevaron y) nomás dejaron tirado el maletín donde traía su ropa de baile”.
La policía de Apodaca no aceptó la denuncia de Isabel Rivera, quien acudió al campo militar de la Séptima Zona, donde añadió el nombre de su hija a una lista de desaparecidos.
Luego fue al cuartel de la Marina, y finalmente la policía ministerial aceptó la denuncia y le hicieron pruebas de ADN.
“A mi hija se la llevaron el martes; a otras tres el lunes, dos más el miércoles... en una semana se llevaron a 10 del barrio. Luego siguieron levantando jovencitas. Son como 46 en el último año. Y nadie hace nada. No es justo que se las roben por dinero. Me siento muerta. Dios me dio tres hijos y quiero a los tres juntos conmigo. No me resigno”, expresa mientras muestra una carpeta con ocho fotos de otras muchachas desaparecidas, cuyas madres se están empezando a unir para exigir justicia.
La mayoría se conocieron en la Séptima Zona Militar, donde fueron a denunciar las desapariciones. “Aquí no vamos a tapar nada. Yo creo que se las llevaron los mismos: Los Zetas. Todas conocían a Billy Sierra, que tambiénlevantó a otras muchachas en Monterrey, La Estanzuela, Guadalupe y Escobedo”, afirma Cecilia Torres.
Las cosas fueron distintas en el caso de Blondie Ivonne Williams García, de 23 años, madre soltera, desaparecida el 17 de febrero del año pasado, un día después de Verónica y Cecilia Abigaíl.
Guillermo Williams, padre de Blondie Ivonne Williams García. Foto: Sanjuana Martínez
La padre de la joven Guillermo Williams Martínez relata: “llegó una amiga y salió a la calle. Luego pasó un carro y le preguntaron: ‘¿quién es Blondie Ivonne?’ Ella no contestó. A mi hija ya la había mandado pedir alguien. Uno de los hombres del coche se bajó y le levantó la chaqueta, donde trae un tatuaje de un sol, y dijo: ‘sí es’. El otro le ordenó: ‘échala para arriba’. Cuando escuché eso salí y la estaban metiendo al carro. Alcancé a agarrar al fulano, pero el otro hombre me sacó la pistola y me paró luego luego. Llevaban a Flor, otra muchacha que luego supimos que también secuestraron. Iban en un Tsuru verde medio despintado”.
Ana Francisca Rayas, la  madre de Ana Lariza García, desaparecida. Foto: Sanjuana Martínez
Fue el mismo coche que se llevó a Ana Lariza García Rayas, de 23 años, horas después. Ella trabajaba de demostradora en una empresa de telemarketingUna muchacha gritó su nombre. Y mi hija salió y la saludó de beso. A los 10 minutos se la llevaron. Era amiga de Blondie y Lupita, que también desaparecieron, pero a las otras no las conocía, sostiene su madre, Ana Francisca Rayas Guevara.
La Procuraduría General de la República investiga el paradero de 525 mujeres y niñas desaparecidas en los últimos años en México. Laura Benavides, habitante de Apodaca, decidió subir a Internet un anuncio de su hija desaparecida hace cuatro años en una discoteca, Yarezi Anahí Luévano Benavides, de 21 años. Llora todos los días por ella y por las otras: son muchas las jovencitas que raptan. Yo la sigo esperando. La amo. No me importa lo que haya hecho o le hayan obligado a hacer. La espero. La veo entrar por la puerta y la abrazo.